La vaquita marina se encuentra en un delicadísimo equilibrio que puede romperse en cualquier momento, inclinando la balanza del lado de la extinción. Su cuenta atrás no permite hablar de años, ni siquiera de pasado mañana, pues quedan poco más de medio centenar de ejemplares.
Una situación límite en la que no valen las medias tintas. Sus defensores, asociaciones conservacionistas y, a última hora, también instituciones gubernamentales, saben bien que de no conseguirse resultados cuanto antes será complicado, si no imposible salvarla.
Podríamos decir que el futuro de este enternecedor cetáceo está escrito en las estrellas, pero la cosa es más prosaica. Y, sin duda, también mucho menos poética. Su hábitat, las aguas del Golfo de California podrían convertirse en nada en su propia tumba.
De hecho, ya lo ha sido para prácticamente todos sus ejemplares. Los supervivientes de la especie, unos 60, son la única esperanza. Veamos qué hay a favor y en contra en tan complicada situación. Aunque, lamentablemente, a día de hoy no es difícil imaginar de qué lado acabará cayendo la moneda.
Problemas que enfrenta
La pesca con redes agalleras y la polución del agua por pesticidas procedentes de la agricultura son sus principales amenazas. En particular, el uso de estas redes para pescar el pez totoaba de forma ilegal está capturando también a las vaquitas.
El pez totoaba también está en peligro de extinción, y su pesca clandestina obedece a la demanda que la vejiga de este pez tiene en China y Japón para su uso en la medicina tradicional asiática.
Al compartir ecosistema con la vaquita marina las redes capturan también a ésta, y si bien ambas especies están en la cuerda floja, el estado crítico de esta última es mucho más preocupante.
Intentos por salvarla
Entre otras iniciativas, los drones han captado la atención mediática. En concreto, se busca crear un sistema de vigilancia que realmente funcione y los drones han venido que ni pintados.
Es un proyecto reciente, implementado por las fuerzas armadas de México para evitar la pesca ilegal y si bien representa una gran ayuda, también es cierto que quedan muy pocos ejemplares.
Evitar que la población siga mermando es un objetivo prioritario, el único, a día de hoy, en realidad. Con este fin, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) ataca la raíz del problema. Es decir, pide que se detenga la pesca del pez totoaba. Se trata, sin embargo, de un problema de difícil consecución.
El mercado negro que actúa de motor para su pesca en aguas de México y Estados Unidos es una cuestión peliaguda que difícilmente puede atajarse. Para conseguirlo, el WWF reclama el cierre de pesquerías, buscando una solución que cortará la masacre y empezará a dar sus frutos a largo plazo.
De igual manera, otras organizaciones conservacionistas, como Greenpeace o Sea Shepherd, están comprometidas con esta lucha. Difunden la situación extrema que está sufriendo la especie, incidiendo en la importancia de actuar de forma rápida. De otro modo, los números cantarán, y la melodía será de requiem. Como es fácil adivinar, las matemáticas en este caso parece que solo saben restar.
Por su parte, el gobierno mexicano puso en marcha un plan de protección hace alrededor de año y medio, prohibiendo las redes agalleras y ofreciendo una compensación económica a las pesqueras damnificadas. Una medida interesante en teoría, pero en la práctica continúan las capturas.
Buscando el apoyo internacional, desde el Instituto Nacional de Ecología de México se lanzó un SOS a distintos países, entre ellos Estados Unidos y China para reducir cuanto antes el tráfico ilegal del pez totoaba. Con el añadido de que respetando esta especie amenazada estamos ayudando a que la vaquita pueda salvarse.
Esta semana México ha dado un paso de gigante que podría hacer una gran diferencia. Se trata de la firma de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES) para salvar a la vaquita marina, apoyada por 182 países.
Este cetáceo, el más pequeño y amenazado del mundo podría tener en esta iniciativa su última esperanza para no acabar borrado del mapa. Dicha propuesta se adoptó en la decimoséptima reunión de las CITES que acoge Johannesburgo.
No hay que ir muy lejos para saber qué se pretene. Como no podía ser de otra manera, se aspira a poner fin al comercio de totoaba, cuya vegiga se conoce con el nombre de “cocaína acuática”. Su venta a precios exorbitados y su sobrenombre suponen una clara muestra de lo complicado que resultará alcanzar este fin.
En el documento aprobado los tres países que están directamente implicados en su comercio ilegal (México, Estados Unidos y China) se han comprometido a poner más de su parte para “interceptar cargamentos ilegales”.
De no emplearse al máximo y prácticamente llevar a término una política de tolerancia cero a la hora de perseguir a los traficantes de la totoaba, de nada servirán los esfuerzos.
Para seguir la evolución de los avances estos países informarán anualmente a la CITES de lo conseguido. Los factores que hay que atacar están claros, y puesto que no hay plan B, salvar a la vaquita implica ayudar a su vez a la totoaba.
Tal y como ha señalado la organización WWF, avanzar es siempre positivo, pero mientras las iniciativas no se traduzcan en hechos la vaquita seguirá en gravísimo peligro. Como tantas veces ocurre, la prohibición es la solución, pero solo si se puede hacer efectiva. He ahí el reto. Difícil, pero no imposible.
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