Facebook traspasó su condición de red social y se transformó en una parte inevitable de la rutina diaria. Sus usuarios dedican horas cada día, en sus celulares, computadoras o tablets, para inspeccionar la actividad de sus amigos. Fotos, reflexiones y comentarios varios en una plataforma en la que se hace culto de la felicidad.
La Universidad de Copenhague reunió a 1.095 personas con perfiles activos en Facebook. El 86% de ellos eran mujeres y el 14% restante, hombres. Todos procedentes de distintas partes de Dinamarca, con una edad promedio de 34 años y alrededor de 350 amigos en la red social analizada.
En primer lugar, se les pidió que realizaran un pre-test de 15 minutos que les permitía a los investigadores determinar quiénes estaría en el grupo de tratamiento y quiénes en el grupo de control. A la mitad de los participantes -del grupo primer grupo- se les pidió que no tuvieran contacto con Facebook, que ni siquiera abrieran su sesión durante una semana. Al otro grupo, se les dijo que siguieran con sus hábitos de siempre en la red social.
Transcurridos los 7 días, emergieron los resultados del estudio. Los participantes completaron otro test en el que el grupo de tratamiento reflejó una mejora significativa en el estado de ánimo con respecto a la semana anterior. Los stalkers -los usuarios que más controlan los movimientos en las redes de sus amigos- padecen un síndrome llamado “Facebook-envidia”. Ellos fueron los que registraron un mayor aumento en su autoestima después de no usar la red social.
De los participantes del grupo de tratamiento que realizaron el test final, el 13% admitió caer en la tentación y haber usado Facebook en algún momento de la semana. La mayoría de los incumplidores aseguró que el desliz se había debido a una emergencia o que había sido un “accidente”.
“Millones de personas se pasan horas en Facebook cada día, lo cual afecta su salud subjetiva”, escribió el autor del informe Morten Tromholt. La revolución en las comunicaciones promovió una aproximación entre los puntos más lejanos del globo. Las personas están más conectadas entre sí que en ningún otro momento de la historia. Pero, ¿eso las hace más felices?
“No”, respondió en forma tajante Tromholt. De hecho, los usos predominantes de Facebook -es decir, como un medio para comunicarse y obtener información sobre otros, como pasatiempo habitual- están afectando negativamente nuestro bienestar en varias dimensiones”, continuó.