Llegaron las elecciones en el Reino Unido y, en el distrito inglés de Telford, una candidata consiguió llamar la atención con la que tal vez haya sido la declaración más estúpida de la campaña. De acuerdo con Susan King (¡pobre Stephen!), el agua de la canilla vuelve gays a los hombres. A los que todavía no lo sean, por supuesto.
“Hay millones de ‘hormonas feminizantes’ en el agua corriente y eso está cambiando la sexualidad de las personas sin que se den cuenta”, dijo King, de acuerdo con el diario The Telegraph, agregando que se basaba en “varias décadas de exhaustivo trabajo científico”. La señora King, a la que no le ha ido muy bien las veces anteriores que se presentó a elecciones, ya trabajó como directora de la National Pure Water Association, una ONG fundada en 1960 por Lord Douglas of Barloch que pide eliminar la fluoración del agua potable, técnica recomendada por las autoridades sanitarias de la mayoría de los países para prevenir las caries.
Además del flúor, a King ahora le preocupa también el peligro gay que sale por la canilla…
No es la primera vez que la homosexualidad, vista como una “desviación” o “anormalidad” que amenaza a supuestos héteros indefensos y vulnerables, es atribuida al consumo de alguna substancia, una especie de poción mágica homosexualizadora, tal vez inventada por algún científico del “lobby gay” denunciado por el papa Francisco. Años atrás circuló en Internet un supuesto estudio de un “investigador” de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), de México, que aseguraba que ¡fumar marihuana te vuelve gay!
“Los jóvenes que consumen la hierba relajan sus principios morales y caen en prácticas promiscuas de ‘todos contra todos’, por lo que recomiendo a los adolescentes (principalmente a los varones), abstenerse de consumirla, si no quieren volverse homosexuales”, habría dicho el académico Narciso Morales López en una entrevista que fue reproducida por miles de páginas web, aunque ni noticias de su supuesto estudio o de sus declaraciones en la web oficial de la universidad. Probablemente, otra noticia falsa que recorrió el mundo, aunque si fuese verdadera no sería menos ridícula.
Y hasta los pollos la ligaron en la obsesión por descubrir por qué los gays somos gays, cuando Evo Morales declaró, nada más ni nada menos que en la Conferencia Mundial de Pueblos sobre el Cambio Climático y la Madre Tierra, que la homosexualidad era causada por la ingesta de “pollos transgénicos”.
No es una broma.
“El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas”, dijo el presidente de Bolivia, usando el mismo argumento que la candidata británica usó contra el agua. Y agregó: “Por eso, cuando los hombres lo comen, tienen desviaciones en su ser como hombres”. La idea de las hormonas no es casual: esa gente piensa que los gays somos “femeninos”, porque siempre hay que recomponer el par chico+chica para explicar lo que no entienden. Cuando el mundo entero se reía de su ignorancia, Evo se desdijo sin desdecirse: “Si he sido entendido mal, pido disculpas”, respondió en una entrevista a una radio española. La culpa fue nuestra, que no lo entendimos, por supuesto.
No vamos a perder tiempo aquí explicando que la homosexualidad no tiene nada que ver con el agua, los pollos o la marihuana, aunque un porro o una cerveza puedan ser la disculpa perfecta para algunos hombres que necesitan explicarse lo que hicieron la noche anterior. Esas teorías pseudo científicas son tan absurdas como el tráfico gay de semen que denunciaba a los gritos la senadora puntana Liliana Negre de Alonso durante el debate de la ley de marimonio igualitario. Cosas que esa gente dice, porque hablar es gratis. Sin embargo, hay tres aspectos de la noticia sobre la señora King —y las anteriores, sobre Evo y el supuesto investigador mexicano— que sí merecen una reflexión.
El primero es esa búsqueda por la causa de la homosexualidad. ¿Por qué nadie se pregunta la causa de la heterosexualidad? ¿Será alguna substancia, un déficit de vitaminas, una bacteria, la picadura de un mosquito heterosexualizador? ¿O apenas una de las posibles orientaciones sexuales tiene “causa”? Dejémonos de pavadas. Ser gay es tan normal y natural como ser hétero o bi; forma parte de la diversidad de la especie humana y de muchas otras del reino animal. No es un desvío, sino apenas otra posibilidad. Y nadie se “hace” gay; somos lo que somos y no éramos otra cosa antes de algún evento mágico, transformador. La orientación sexual no cambia en ningún sentido por más o menos pollo, agua de la canilla o cannabis que podamos consumir, y no hace falta buscarle una causa a la homosexualidad, como si fuera una anomalía.
Sin embargo, es lo que pasa siempre con los grupos discriminados: los negros son “personas de color”, los blancos son transparentes. Hay una identidad marcada y otra neutra, y es sobre la marcada que se tejen las conjeturas, como si fuera la única cuyo origen maldito debe ser investigado. La identidad neutra no tiene motivo, ni nada especial; simplemente está ahí, porque sí.
El segundo asunto que llama la atención es lo frágil que es la heterosexualidad de esa gente que vive alarmándose con supuestas substancias o circunstancias que pueden transformarlos. Andan por ahí con miedo de que de repente les empiecen a gustar los hombres si ven a una pareja gay dándose un beso en la calle, si a su vecino gay lo dejan casarse, o… ¡si comen pollo transgénico! ¿Tan inseguros están? ¿En serio creen que van a volverse putos hasta por un vaso de agua, como afirma la señora King?
Pobre gente, debe ser difícil andar por la vida con tanta falta de confianza en uno mismo.
Por último, llama la atención el partido por el que la candidata británica del “agua de la canilla gay” compite en estas elecciones: ¡nada menos que el “Liberal Demócrata”! De hecho, el líder nacional de ese partido, Tim Farron, se vio envuelto en un escándalo durante la campaña por otras declaraciones homofóbicas. De locos. ¿Qué clase de liberales y demócratas tienen tantos prejuicios contra los gays?
Vivo hace años en un país, Brasil, donde el partido “Demócratas” es heredero de los partidarios de la dictadura militar, el partido “Socialdemócrata” es neoliberal, el partido “Comunista de Brasil” defiende los intereses del agronegocio, el “Progresista” es de ultra-derecha, el “de la República” y el “Republicano brasileño” son evangélicos y contrarios a la laicidad del Estado, el “Social Cristiano” defiende el armamento y la pena de muerte y el “de los Trabajadores” tuvo al representante de uno de los mayores bancos del país como ministro de Economía.
Sí, nada original de la sociedad inglesa, y seguramente tampoco de la brasileña.
Sin embargo, no dejo de sorprenderme por la forma en que la política contemporánea ha arrasado con las palabras y nos ha dejado huérfanos de significados.