Las conocidas dificultades para adoptar que presenta el sistema argentino no eran una opción viable para María Eugenia Coloccioni y Fernando Bonalumi. Esta pareja de cordobeses, después de cuatro embarazos perdidos, estaba decidida a no prolongar el sufrimiento con los obstáculos que aparecen en el camino de la adopción en el país. El año pasado conocieron, en Ucrania, a Sofía, que esperaba en un orfanato el amor de una familia. En un lapso de poco más de un mes, María Eugenia y Fernando llegaron a Ucrania, superaron todos los requisitos de la ley de aquel país, y regresaron a Cruz Alta con su hija.
“«Maru» perdió cuatro embarazos, y no queríamos hacer más nada. Nos pusimos a buscar alternativas para adoptar en la Argentina, hablamos con gente a la que le dieron un chico y después se lo sacaron, que vivieron años de espera. Hasta nos ofrecieron vías ilegales. «Maru» me dijo que no quería pasar por eso”, cuenta Fernando Bonalumi del otro lado de la línea telefónica, en la que su voz se mezcla con la de Sofía.
La convicción de evitar el engorroso proceso y sumar posibles decepciones en su deseo de ser padres llevó a la pareja a investigar otras formas de adoptar. “Por Internet, di con Haití. Después, me contacté con Oleg, que empezó siendo un intermediario que conoce las leyes ucranianas y hoy es un amigo. Empezamos en marzo de 2015; en septiembre teníamos la carpeta lista y la mandamos. El 7 de diciembre nos citaron en Ucrania”, recuerda Fernando, quien, en medio del proceso, se puso a estudiar ucraniano con una profesora de Córdoba Capital, vía Skype.
María Eugenia y Fernando viajaron a Ucrania y vieron carpetas con las historias de los chicos que esperan ser adoptados. “No muestran fotos. Elegimos la carpeta y, a los dos días, nos dieron la autorización para ir a Turchin, un pueblo ubicado al sur de Kiev. Nos recibió la directora del orfanato, que llamó a la nena, que ni bien apareció se fue a abrazar con «Maru». Teníamos dos días para decidir si queríamos adoptarla, pero dijimos que sí instantáneamente”, cuenta Fernando.
Desde el 11 de diciembre de 2015, cuando la pareja cordobesa aceptó adoptar a Sofía, todo se dio rápido, algo que hoy Fernando destaca particularmente, aunque subraya que no por veloz el trámite de adopción en Ucrania es poco riguroso: “Piden más cosas que en la Argentina, pero cuando ven que no son personas peligrosas, otorgan la adopción”.
“El 5 de enero fuimos al juicio, el 15 ya tuvimos sentencia positiva. En tres días nos llegó el pasaporte y unos días después la partida de nacimiento de Sofía como hija nuestra. Sacamos los pasajes y llegamos a la Argentina el 23 de enero”, sintetiza Fernando, que es ingeniero industrial; María Eugenia trabaja en confección de indumentaria.
Sofía va al jardín en Cruz Alta, sabe leer y escribir, habla con fluidez el español, y el año próximo comenzará el primer grado de la escuela primaria. Tiene seis años y una vida nueva en tierras cordobesas.
La historia de Sofía y sus padres argentinos, publicada este domingo por La Voz del Interior, inspiró a otras parejas a imitar el camino. “Hay una pareja, de Río Tercero, que está en Ucrania. Pasaron nueve años anotados y hasta les habían ofrecido un chico bajo una coima a un juez. El 9 de febrero empezaron los trámites y ahora están allá”, señala Fernando, que quiere generar compromiso en la clase política para que mejore el sistema de adopción. “Estamos abiertos a recibir a cualquier político, creemos que hay falta de voluntad”, destaca el papá de Sofía.