Cada día, seis argentinas reciben el diagnóstico de cáncer de ovario: según cifras del Ministerio de Salud de la Nación, con 2.274 nuevos casos cada año, constituye el quinto tumor más frecuente en mujeres en Argentina y es el cáncer ginecológico que más muertes ocasiona.
“Como tantos otros tipos de cáncer, es común que no presente síntomas en las primeras etapas de su evolución, motivo por el cual suele diagnosticarse recién en estadios avanzados, cuando su abordaje es más complejo”, sostuvo Reinaldo Chacón, director académico y jefe del Departamento de Oncología Clínica del Instituto Alexander Fleming, quien recordó la importancia de la realización de controles periódicos.
El especialista destacó que “en los últimos años, la medicina avanzó hacia un abordaje personalizado de los tumores malignos: en el pasado se indicaba el mismo tratamiento para distintos tipos de cáncer, de acuerdo al estadio de la patología y la salud del paciente”.
“Sin embargo, los adelantos de la ciencia permitieron en muchos casos identificar qué tipo de mutación está asociada al tumor e indicar un tratamiento más específico y con mejores resultados”, destacó.
Algunos casos de cáncer de ovario pueden explicarse mediante un factor hereditario consistente en la alteración de dos genes, conocidos como “BRCA 1” y “BRCA 2”, que son los responsables de corregir defectos en el ADN pero si se alteran pierden su función y aumentan el riesgo de desarrollar ciertos tumores.
En la actualidad, las guías internacionales sugieren que las pacientes con el tipo de cáncer de ovario más frecuente tienen elevadas chances de tener una mutación de ese gen, inclusive mayores al 20%.
Recientemente la Anmat aprobó el uso de una medicación denominada “olaparib”, que demostró ser efectiva para el tratamiento de ese tipo de cáncer de ovario frecuente, técnicamente denominado “cáncer de ovario avanzado platino sensible con histología serosa de alto grado con mutaciones de genes BRCA”, en pacientes que ya hayan recibido tratamientos previos (cirugía y quimioterapia).
“Para la determinación de la mutación de los genes BRCA 1 y BRCA 2 está disponible un test que se realiza en una muestra de sangre, saliva o tumor. Cuando se detecta un cáncer de ovario, antes o al momento de la realización de la cirugía es recomendable hacer ese test para saber si la paciente presenta la mutación, y en caso afirmativo sabremos que responderá mejor a la quimioterapia y que podría beneficiarse con la nueva droga”, explicó Valeria Cáceres, jefa del Departamento de Oncología Clínica del Instituto Ángel Roffo (UBA).
La eficacia de la nueva droga fue demostrada en la investigación denominada “Estudio 19”, que reveló que la sobrevida libre de progresión de la enfermedad era de 8,4 meses en el grupo de mujeres que recibió olaparib, contra 4,8 meses del grupo que no la recibió.
Sin embargo, en aquellas pacientes con mutaciones en el gen BRCA, la supervivencia libre de progresión fue mayor: 11,2 meses en promedio contra 4,3 meses.
“Las pacientes deben pensar que las drogas que nos dan más tiempo antes de que la enfermedad progrese nos permiten que ellas tengan la posibilidad de acceder a nuevas terapias que vendrán en el futuro”, puntualizó Cáceres, quien precisó que el fármaco se toma por vía oral.
La mutación de los genes BRCA 1 y BRCA 2 tiene un elevado componente hereditario, “por lo que detectar la presencia del gen mutado permite poner en conocimiento de esa condición a las familiares cercanas de la paciente (hijas, nietas o hermanas), en las que es recomendable realizar el test para saber si presentan la misma mutación, con el correspondiente aumento del riesgo de padecer cáncer de ovario y de mama”, retomó Chacón.
“En esas pacientes es importante conversar sobre el riesgo e instarlas a tomar mayores medidas de control y prevención”, insistió, como sucedió en el caso de la reconocida actriz estadounidense Angelina Jolie, quien al conocer que tenía esa mutación tomó la decisión de realizar cirugías de reducción de riesgo.