Básicamente, se trata de la crónica de un drama ambiental anunciado, que acontecerá cuando el deshielo del Ártico deje al descubierto una ciudad fantasma, que ahora permanece subterránea, tal y como la diseñaron.
Cabezas nucleares almacenadas
Su existencia en modo alguno es un misterio. Esta ciudad tóxica del Ártico es un vestigio de la Guerra Fría, una base militar que se construyó en un punto considerado estratégico. En concreto, se ubicó en Groenlandia, con más de 4.000 kilómetros de túneles a decenas de metros de profundidad.
La base se conoce con el nombre de Camp Century, y si los cálculos no fallan, podría quedar al descubierto a finales de siglo. En ella hay desde bares, laboratorios, y oficinas hasta cabezas nucleares almacenadas, a la espera de un hipotético ataque ruso.
Estos pormenores se desconocían hasta hace nada, incluso tras ser abandonado en 1967. Ahora, un estudio llevado a cabo por la Universidad de York, en Canadá, ha lanzado la voz de alarmas acerca del riesgo que entraña su existencia considerando lo rápido que avanza el calentamiento global y, en particular, el deshielo de los polos.
El trabajo advierte del desastre ambiental que supondría que los residuos tóxicos salieran a la superficie. Sobre todo, porque los efectos serían “irreversibles”, razón por la que es necesario actuar de forma urgente, ya que la solución no es fácil de encontrar.
En concreto, la contaminación la ocasionarían unos 200.000 litros de combustible, más de 240.000 litros de agua contaminada y grandes cantidades de PCB, unos compuestos sintéticos altamente tóxicos también denominados bifenilos policlorados.