Para los ratones ciervo, Peromyscus maniculatus, buena parte de la vida transcurre en una orgía. Estos roedores norteamericanos son extraordinariamente promiscuos. Además, no les sienta nada mal. En 2012, un equipo de investigadores de la Universidad de California, en Berkeley, presentó los resultados de un estudio donde quedaba claro que, con el tiempo, esta conducta ha acabado fortaleciendo su sistema inmune. Por el contrario, sus primos monógamos de la especie Peromyscus polionotus son más propensos a padecer ciertas enfermedades infecciosas.
Al margen de ello, estos animales son tan parecidos que incluso podrían reproducirse entre sí. Y, sin embargo, otro grupo de científicos, coordinado por la bióloga evolutiva Hopi Hoekstra, de la Universidad de Harvard, ha averiguado que las diferencias en su sexualidad van mucho más allá de sus hábitos: los ratones ciervo, que en sus encuentros cambian de compañera cada pocos minutos, presentan un gen que hace que su esperma sea más rápido y vigoroso y que se mueva más eficazmente a través del tracto reproductivo de la hembra.
Hoekstra y sus colaboradores descubrieron que sus espermatozoides presentan unas pequeñas secciones expandidas en la pieza intermedia, una región que se encuentra debajo de la cabeza y el cuello. Estas contienen un gran número de mitocondrias, unos orgánulos celulares que funcionan como centrales energéticas y que favorecen los movimientos del espermatozoide.
Para intentar determinar cuál es la base genética que explica tal desemejanza entre ambos ratones, los investigadores criaron roedores híbridos y estudiaron la longitud de las citadas secciones expandidas en su progenie, así como la velocidad a la que se movían sus espermatozoides. De este modo, encontraron que en ellas se daba de forma abundante una proteína que codifica el gen PrKar1a –este también juega un papel en la fertilidad masculina en humanos–, lo que sugiere que está implicada en la función de esas secciones. De hecho, observaron que esta proteína no se encontraba en igual cantidad en el ratón ciervo y en el Peromyscus polionotus.
Según explican estos científicos en el portal bioRxiv, los machos criados a partir de roedores de laboratorio con solo una copia del gen PrKar1a tenían secciones más cortas. Para Hoekstra y su equipo, esto sugiere que el esperma de los ratones ciervo, que dados sus hábitos tiene que competir con el de otros individuos, ha alterado en esta especie la actividad de ese gen, lo que, a su vez, ha originado un esperma que se mueve más rápidamente.
Los expertos advierten que este estudio puede arrojar algo de luz sobre los aún poco conocidos mecanismos genéticos implicados en la motilidad de los espermatozoides, esto es, en su capacidad para desplazarse. Esta puede afectar decisivamente a la fertilidad, pues si es baja se reducen las posibilidades de que alcancen el óvulo.