La observación y la deducción. Dos herramientas poderosas del ser humano que han permitido resolver un enigma petrificado en ámbar báltico. La pieza, de unos cincuenta millones de años de antigüedad, procede de la península rusa de Sambia, situada al noroeste de Kaliningrado. Contiene tres elementos, de izquierda a derecha: un pelo de un mamífero, el exoesqueleto de un insecto y la primera seta que se ha descubierto atrapada en ámbar báltico. ¿Qué ocurrió?
“En este fósil podemos observar lo siguiente: una seta pequeña que fue arrancada con los dientes, probablemente por un roedor, en la base de un árbol”, sostiene George Poinar Jr., un investigador de la Universidad Estatal de Oregón, según recoge dicha universidad en un comunicado reciente. “Un insecto, similar a un insecto palo, probablemente también estaba buscando alimento en la seta. Parece ser que consiguió desprenderse de su piel y escapar justo cuando la savia del árbol cayó sobre su cuerpo y sobre el roedor, que también consiguió huir”, deduce el científico. Miles de insectos, plantas y otras formas de vida han quedado atrapadas en ámbar a lo largo de la historia. Sin embargo, este insecto palo consiguió burlar a la muerte.
El estudio sobre la pieza de ámbar, publicado en Fungal Biology, se centra en el hongo y describe un nuevo género y especie de seta con láminas, conocido como Gerontomyces lepidotus. Esta seta diminuta creció en los bosques tropicales y subtropicales que cubrieron el norte de Europa a comienzos del Cenozoico, cuando ya se habían extinguido los dinosaurios y se diversificaron los mamíferos.
“El pequeño insecto en el fósil era un fásmido, un tipo de insectos que utiliza su cuerpo con aspecto de palo o de hoja para camuflarse”, explica Poinar Jr. “Se desprendió de su cuerpo en repetidas ocasiones antes de llegar a ser un individuo adulto, a lo largo de una vida breve de un par de meses. En este caso, la habilidad de desprenderse rápidamente de su piel y la astucia suficiente para evitar un problema salvaron su vida”, concluye. Las dos especies, el insecto y la seta, acabaron extinguiéndose a lo largo de siglos, pero gracias a esta pieza única de ámbar se han perpetuado hasta nuestros días.