Un hombre robaba caballos de polo para hacer chorizos y salamines

Los caballos eran robados en quintas del partido bonaerense de Pilar, algunos de ellos pura sangre de carrera o de polo y luego eran faenados para la venta en un predio de José C Paz que funcionaba como un frigorífico clandestino, donde se hacían chorizos y salamines con los restos.

Un hombre fue condenado a nueve años de prisión por robar caballos en quintas del partido bonaerense de Pilar, algunos de ellos pura sangre de carrera o de polo, que luego eran faenados para la venta en un predio de José C Paz que funcionaba como un frigorífico clandestino, donde se hacían chorizos y salamines con los restos.

El imputado es un chaqueño llamado Miguel Ángel Tigua, de 35 años, alias “El Gaucho”, quien fue condenado por”abigeato agravado reiterado” y además fue declarado “reincidente” porque tenía una condena previa de 2010 por el mismo delito en el departamento judicial de Mercedes.

Los hechos ocurrieron en febrero de 2014 en dos campos vecinos a las canchas de la Asociación Argentina de Polo en Pilar. Del primer establecimiento rural se llevaron cinco caballos, entre ellos una yegua valuada en 3.000 dólares y dos potrillos pura sangre, cuyos embriones le costaron al productor damnificado unos 2.500 dólares cada uno. Además robaron un electrificador de cercos, riendas y medicamentos veterinarios.

En el otro campo, en tanto, cortaron un alambrado y robaron una yegua zaina criolla que pudo ser recuperada por el damnificado cuando la vio en la calle en un carro botellero, en poder de un hombre que se la había comprado a cambio de 1.500 pesos y cuatro lechones a Tigua, quien fue el principal sospechoso desde el inicio de la investigación.

Las pruebas principales que incriminaron a Tigua fueron los elementos encontrados en el allanamiento que la Policía hizo en el predio donde el condenado vivía y era empleado, una obra en construcción parada de viviendas sociales, ubicada en las calles Brugetti y Lima del Barrio Frino, de José C. Paz.

Algunos testigos contaron en el juicio que allí “El Gaucho” se manejaba como el dueño del lugar, que solía vérselo armado y que allí llevaba caballos “para faenear” y a veces “autos que desmantelaba”.