Insectos, reptiles, aves y otros animales más grandes poblaban el mundo hace unos 48 millones de años, a mediados del Eoceno. Un lagarto de la especieGeiseltaliellus maarius, que probablemente tenía una pequeña cresta sagital, se comió un escarabajo y, posteriormente, el lagarto fue devorado por una serpiente joven de la especie Palaeophython fischeri, de 103 centímetros de longitud y de la misma familia que las boas modernas. A la serpiente puede que no le sentara bien el lagarto, la cuestión es que murió uno o dos días después de consumirlo y se hundió en las profundidades de un lago. Este hecho, insignificante en su época,quedó inmortalizado en un fósil hallado en 2009 en el increíble yacimiento fosilífero de Messel, una cantera abandonada situada entre Darmstadt y Frankfurt, en Alemania.
El fantástico fósil de la serpiente que se comió un lagarto que a su vez se comió un escarabajo ha sido examinado recientemente y el estudio, de un equipo germano-argentino, ha sido publicado en Palaeobiodiversity and Palaeoenvironments. En el yacimiento de Messel se han descubierto hasta la fecha algunos fósiles similares: hojas y uvas en el estómago de un caballo prehistórico, granos de polen en el tracto intestinal de un pájaro y restos de insectos en excrementos fosilizados de un pez. “Sin embargo, hasta ahora, no habíamos hallado una cadena alimentaria tripartita”, expresa Krister Smith, coautor de la publicación. Krister Smith y su colega Agustín Scanferla detectaron, con la ayuda de una tomografía computarizada de alta resolución, la especie de la serpiente y la del lagarto, que es exclusiva del yacimiento de Messel. “Desgraciadamente no pudimos identificar el escarabajo, ya que no está tan bien conservado”, añade Smith. Este fósil constituye un nuevo tesoro para la ciencia.