La lógica parece impecable. Puro sentido común, en realidad. Explicado con brevedad, los científicos se plantean lo siguiente: puesto que las emisiones de gases de efecto invernadero son en buena parte producidas por un exceso de CO2, éste contribuiría a que el planeta reverdeciera
Es decir, con el cambio climático, el planeta habría ganado en verdor, y seguiría haciéndolo conforme aumenta el dióxido de carbono. Puesto que las plantas toman el CO2 para realizar su proceso de fotosíntesis, una abundancia de este elemento químico actuaría de fertilizante.
El uso de combustibles fósiles, por lo tanto, estaría aumentando el verdor en el planeta. Se trata de una hipótesis curiosa que, entre otros fines, se utiliza para combatir el efecto negativo del cambio climático. Eso sí, ambas circunstancias, como la cara y la cruz de una moneda, podrían ser compatibles de forma clara, al menos en teoría.
¿Pero, es realmente así? La ciencia ha realizado estudios que afirman una cosa y su contrario, aunque la contextualización de los resultados de las investigaciones sea algo diferente. Hasta tal punto que incluso puede variar su interpretación. Veamos algunas de las principales investigaciones a modo de ejemplo.
Más vegetación que antes
Un estudio publicado en Nature Climate Change concluye que el planeta ha ganado en verdor (greening) a lo largo de los últimos 30 años a consecuencia del incremento del CO2 atmosférico. En concreto, el trabajo encontró más biomasa verde entre 1982 y 2015, en una extensión que afectó a casi la mitad de las regiones del mundo.
Por contra, la pérdida de vegetación fue mucho menor. Si bien se detectó lo hizo solo en el cuatro por ciento, frente a un 40 por ciento de ganancia significativa. Su conclusión es clara: el reverdecimiento se atribuye al aumento de los niveles de CO2 por el consumo de combustibles fósiles.
El argumento es tan sencillo como atribuir a las plantas la producción de más hojas para capturar ese gas, con lo que el efecto invernadero también se ha conseguido detener en parte, concluye. Una conclusión coherente con estudios anteriores, en los que se atribuye a las plantas la capacidad de almacenar cada vez más CO2, al margen de que .
Pero no todo es bonito, ni mucho menos. A juicio de Josep Peñuelas, uno de los investigadores, este aumento de absorción “puede llegar a cambiar los ciclos del agua y del carbono”. Es decir que, por otro lado, el incremento del CO2 no sería positivo para el clima.
En este estudio, finalmente, llegan a la conclusión de que el greening es compatible con un cambio climático cada vez más destructivo. El hecho de que crezcan más hojas en los árboles no significa que no haya eventos extremos, calentamiento global y aumento del nivel del mar.
Experimento que niega el greening
De igual modo que hay estudios que confirman el greening, otros lo descartan. Uno de ellos llama la atención por tratarse de una prueba real. Se hizo en las cercanías de la Universidad Stanford, llevada a cabo por científicos de la misma para comprobarlo en vivo.
Para ello cuidaron 132 parcelas en las que se plantaron millones de plantas para concluir que realmente no es así. A lo largo de 17 años se estuvieron cultivando en un ambiente especialmente cálido, rico en dióxido de carbono y nitrógeno.
Básicamente, se reprodujeron las condiciones que probablemente va a crear el calentamiento global a partir de 2050 y finamente se observó que ni crecieron más ni tenían más hojas. Por el contrario, acumularon más polución en el suelo. O, lo que es lo mismo: realmente hemos de temer al cambio climático tanto como la corriente principal de climatólogos nos advierte.
Por lo menos en el ecosistema creado en California, las plantas que crecieron con acceso a más dióxido de carbono, y más calor, no alcanzaron mayor altura en su crecimiento ni aumentaron su verdor. Tampoco eliminaron la contaminación y sí acumularon más de ésta en el suelo, dijo el autor del estudio, Chris Field, director del Instituto Stanford Woods para el Ambiente. El crecimiento de las plantas tendió a declinar con el aumento de las temperaturas.
“Este experimento acaba con la falsa idea de un mayor verdor en la que los ecosistemas nos salvan de las repercusiones del cambio climático, sin duda creado por el hombre”, afirma Chris Field, director del Instituto Stanford Woods para el Ambiente y uno de los líderes de la investigación.
Otro experimento que lo desmiente
Sin embargo, también se puede producir el proceso inverso. Un exceso de CO2 multiplica los eventos extremos y aumenta las temperaturas promedio del planeta. En concreto, se producen cada vez más sequías, y los patrones climáticos en muchas áreas caminan hacia la desertización.
A este respecto, un estudio de la NASA publicado en la revista Proceedings en 2014 relacionó un menor verdor de la Amazonia oriental y sudoriental desde inicios de siglo a consecuencia de una disminución en las precipitaciones en la zona durante el mismo periodo.
De igual manera, en el futuro se pronosticaba una caída en picado del verdor, al tiempo que de forma inevitable los bosques dejarían de ser importantes sumideros de carbono. Se produciría una simultánea pérdida de vegetación y carbono almacenados, con lo que ambos factores contribuirían a agravar el cambio climático.
El estudio se basó en mediciones efectuadas desde satélites para observar el verdor y analizar las precipitaciones, así como en modelos climáticos que permitieron realizar pronósticos acerca de su posible evolución. En concreto, un satélite detectó hasta un 25 por ciento de disminución de las precipitaciones en dos terceras partes de la Amazonía entre 2000-2012, mientras distintas herramientas hallaron una disminución del 0,8 por ciento de la superficie verde.
POR ANA ISAN