“Una imagen vale más que mil palabras”. Cada vez sabemos más sobre la importancia de nuestro lenguaje corporal, y somos conscientes de que muchas veces una expresión o un gesto son más efectivos y transmiten con mucha más fuerza nuestro mensaje que cualquier palabra que digamos.
Desde hace algunos años, los científicos han dado un paso más y están estudiando cómo cambios concretos en nuestras posturas desencadenan respuestas fisiológicas en nuestro cerebro capaces de modificar nuestras emociones y sentimientos. Es decir: de la misma manera que cuando nos sentimos tristes y alicaídos caminamos encogidos, nos “cerramos” como si quisiéramos ser invisibles, y cuando estamos contentos o nos sentimos confiados caminamos más derechos y nos “abrimos”… ¿podemos hacer el camino inverso? ¿Si adoptamos una postura más erguida nos sentiremos mejor, más positivos y confiados? Según un trabajo publicado en la revista Psicological Science, la respuesta es que sí.
Los participantes en el estudio tuvieron que adoptar una postura determinada durante dos minutos. Algunas de las posiciones se correspondían con “poder alto”: más erguidas, más abiertas, con tendencia a ocupar más espacio; y otras con “poder bajo”: más encogidas, más cerradas, con tendencia a ocupar menos espacio. Después de ello, los investigadores les preguntaron si se sentían poderosos, les dieron la oportunidad de participar en unos juegos de apuestas, y tomaron muestras de su saliva.
Los resultados revelaron que, efectivamente, las personas que tuvieron que adoptar posturas de “poder alto”, se sentían más poderosas al final del experimento y con más predisposición a arriesgarse en las apuestas. Estos sentimientos se correspondían con reacciones psicológicas: una mayor secreción de testosterona (hormona típica de posiciones de dominancia) y niveles más bajo de cortisol (hormona que producimos en situaciones deestrés). Es decir: para sentirnos mejor, con más confianza en nosotros mismos y ser más tolerantes al estrés, basta con cambiar nuestros hábitos posturales. Muy sencillo, ¿verdad? Y, aunque la ciencia apenas está empezando a desentrañar estos mecanismos, algunas disciplinas orientales como el yoga, que trabaja las posturas corporales para provocar cambios en la mente, se basan en ellos desde hace siglos. Otros estudios en esta línea nos aconsejan sonreír con frecuencia: ese simple gesto es capaz de hacernos sentir de mejor humor.
El lenguaje corporal moldea nuestra identidad
La psicóloga social Amy Cuddy, una de las autoras del trabajo y apasionada de la comunicación no verbal, expone estas y otras ideal en una popular charla TED. En ella nos revela hechos fascinantes, como por ejemplo el que las personas invidentes de nacimiento que quedan primeras en carreras o competiciones deportivas adquieren la postura corporal típica de los ganadores (cuerpo expandido y brazos alzados en forma de “V”). Un hallazgo que nos indica que el lenguaje corporal tiene un componente instintivo, ya que estas personas, al ser invidentes, no pueden haber copiado las expresiones de sus compañeros.