“A mí borracho la escritura me fluye: bebo para contar. Y bebo, luego vivo, esa es mi filosofía. Es más, Hemingway, tremendo borracho el viejo Hemingway, decía que tomaba alcohol para hacer las otras personas más interesantes, porque sin alcohol todos eran un montón de idiotas y no valía la pena ponerlos en una historia. Rimbaud, Poe, Li Po, Lowry, Fitzgerald, Greene, Faulkner, Catulo, Chandler, Carver, Capote, Burroughs, Bukowski, Baudelaire, Hemingway, Dostoievski y los demás, los mil más que olvido y que bebían como endiablados, le deben sus obras al trago. Por culpa del trago escribían tan bien”.
Quien esto opina es Vitamina, un joven escritor alcohólico, protagonista del cuento ‘Beber para contarla’, con el que el autor paisa David Betancourt, de 34 años, ganó el V Premio Nacional de Cuento La Cueva, de Barranquilla.
Se trata literalmente, como anota el propio Heriberto Fiorillo, director de esa fundación, de “doce páginas de ironía, de vacilones, de pura mamadera de gallo”.
Y eso era lo que quería, precisamente su autor, que le contó a EL TIEMPO, desde México, en donde está radicado desde hace dos años, que el relato hará parte también de una antología con el mismo nombre que prepara la Universidad de Antioquia. “En este cuento como en los demás del libro el protagonista es el alcohol. Todo es cómico, en algunos casos absurdo”, anota.
El cuento también estará en la tradicional antología, que publica cada año La Cueva, con los relatos seleccionados por el jurado del concurso.
Betancourt, filólogo y periodista, pero ante todo un apasionado de tiempo completo de la literatura, disfruta experimentando en la narrativa de ficción, con relatos que se mueven entre el humor y el surrealismo, como ocurre con ‘Beber para contarla’.
Una propuesta que, de paso, le permite lanzar ciertas críticas contra los egos del mundillo intelectual. “El cuento se burla de muchas cosas: de la solemnidad y la seriedad de la literatura, de los alcohólicos, de la extensión de las novelas: por lo general, a una de 500 páginas le sobran 600”, comenta el autor con humor.
“A Vitamina en los meses en México se le soltó la mano, se le excitó la imaginación. Su novela era tan extensa como ‘En busca del tiempo perdido’, que en la edición que él había traído tenía 3.031 páginas, ni más ni menos. Para qué más. Una semana atrás la novela había alcanzado 1.225 páginas, las mismas de ‘Guerra y paz’. Dos días después, iba volando el hombre o la musa se la estaba escribiendo, llegó a 1.488, como ‘Los miserables’. Al día siguiente, es que estaba suelto el Vitamina, inspirado, 1.560, como ‘El hombre sin atributos’. Y en dos o tres días duplicó el número: 3.031 páginas. El Ovidio, El Horacio y yo las contamos, mientras el Vitamina estaba pegado sacándole sangre a la botella”.
Como fiel heredero del cuento y la poesía, sus géneros preferidos, Betancourt, es un convencido de la importancia de la concisión en la narrativa. “En varios de mis cuentos me burlo de la novela y de los cuentos que divagan y se van por las ramas”, anota.
Lo que no quiere decir que deje de jugar, como él lo hace, con esas estructuras surrealistas, como lo refleja ‘Beber para contarla’, en donde los protagonistas, en medio de su borrachera, pueden nadar, fácilmente, entre un mar de basura dentro de su casa. No en vano, ya Gabo había puesto a navegar a dos niños sobre un mar de luz, en un apartamento, en aquel memorable cuento ‘La luz es como el agua’.
“Este, como la mayoría de mis cuentos, son exagerados, hiperbólicos, como somos los antioqueños, pero siempre están basados en el realismo. Este tipo de recursos son muy recurrentes en los cuentos humorísticos”, explica el autor, cuyos textos han sido reconocidos en más de una docena de concursos a nivel nacional e internacional.
Una vida para las letras
Su pasión por la escritura se comenzó a forjar desde muy niño cuando su padre solía pagarle por resumir libros. “Luego cuando me envicié a leer me dejó de pagar. Mi único plan es escribir hasta que lo disfrute. En el momento estoy escribiendo mi sexto libro de cuentos, motivado por la lectura de la obra completa de Felisberto Hernández, mi escritor preferido”, comenta el autor.
Por ese amor casi adictivo a las letras, Betancourt decidió dejar hace un par de años su trabajo en la Universidad de Antioquia y se fue a vivir a México. “Desde entonces me dedico de tiempo completo a la escritura y a la lectura y también a vivir y a andar por todos lados conociendo. Al principio viví en Guadalajara y ahora vivo en Puebla”.
Sus cuentos se han publicado también en Venezuela, Perú, Argentina, Uruguay, México, Estados Unidos, España e Italia.
Entre los reconocimientos que ha recibido, se encuentran la mención de honor, en 2011, en el VI Concurso Nacional de Libro de Cuentos Universidad Industrial de Santander, por su libro ‘Buenos muchachos’. También ganó, en 2013, el Concurso Internacional de Escritura Creativa, en Caracas, con el libro ‘Yo no maté al perrito y otros cuentos de enemigos’.
Su libro ‘Una codorniz para la quinceañera y otros absurdos’ fue finalista, en 2014, del Premio Nacional de Libro de Cuentos Universidad Central de Bogotá. Esta obra ganó, finalmente, el concurso literario de la Gobernación de Antioquia.
En 2016, Betancourt ganó la décima edición del Concurso Nacional de Libro de Cuentos UIS y el XVII Concurso Nacional de Libro de Cuentos Jorge Gaitán Durán.