Ultimátum para Pablo Pérez y a controlar su “otro yo”

El volante retuvo el puesto como titular en Boca gracias a que empezó a dominar su temperamento y aportó jugadas decisivas

s amonestaciones se hicieron tan frecuentes que se convirtieron en motivo de burla y protagonistas de los característicos “memes” de esta época en las redes sociales. En ese microclima virtual incluso lo felicitaron hace unas semanas, con ironía, por haber llegado a las 100 amarillas en primera división. Parecía que a los 30 años su temperamento le estaba ganando por goleada al muy buen futbolista que es. Sin embargo, y con ayuda, Pablo Pérez logró recapacitar y reinventarse para dejar atrás esa etapa de su vida profesional y sólo destacarse por lo que hace con una pelota en sus pies.
No fue fácil. El volante de Boca se había acostumbrado a vivir al límite. A esperar la sanción para controlarse. A jugar condicionado. “Después de la amarilla, siempre me tranquilizo”, reconoció alguna vez, como si fuera necesario llegar a esa instancia para bajar las pulsaciones.

“Yo voy siempre a todas las pelotas. Tengo amarillas tontas y sé que las puedo evitar, pero muchas son parte de mi forma de jugar, con intensidad. A veces voy al límite” contó Pablo Pérez.

En este proceso hubo un hombre clave: Guillermo Barros Schelotto. El entrenador de Boca fue quien supo cuándo darle el ultimátum. Brindarle la última oportunidad antes de eyectarlo del club. “Uno habla, habla, habla y habla. Pero si del otro lado no hay una recepción, se hace difícil.”. La frase que el Mellizo le dijo al pasar a la nacion, tras el magro 0 a 0 del último superclásico fue suficiente. Pérez, que frente a River había sido expulsado cuando se jugaban apenas 11 minutos por una violenta e innecesaria falta a Eder Álvarez Balanta, supo que había agotado los créditos.

Tras los cuestionamientos públicos y privados que recibió de parte del cuerpo técnico, el volante se hizo cargo de la situación y pidió disculpas. Primero puertas adentro y luego ante los hinchas, mediante un raid mediático infrecuente para él, que cultiva el perfil bajo. Pero lo más importante: tomó conciencia de que no habría una nueva oportunidad. Que si no aprendía a controlar su temperamento se le haría difícil continuar en el club de la Ribera.

También fueron Agustín Orion, Daniel Díaz y Carlos Tevez los que dialogaron entonces con él. “Coincidimos en que lo que ocurrió no tiene que pasar más. Me apoyaron y me pidieron que no lo hiciera más. Hay que escuchar a los referentes y aprender”, declaró en su momento Pérez, haciendo mea culpa de su temperamento, que parecía incontrolable.

16 amonestaciones recibió Pablo Pérez desde julio de 2015, en 47 partidos jugados. En los últimos siete encuentros sólo vio la amarilla en dos ocasiones.

Y entonces, Pablo cambió. Se enfocó en hacer lo que mejor sabe: jugar al fútbol con la precisión y la calidad que lo caracteriza. Y al mismo tiempo controlar a su otro yo, para evitar el descontrol en su juego, en una situación que no sólo atenta contra su propia carrera, sino también que complica y condiciona a Boca. Más en las instancias definitorias de la Copa Libertadores, cuando un error puede derivar en la eliminación.

Desde que debutó en 2006 con la camiseta de Newell’s hasta su expulsión frente a River del último 24 de abril, Pablo Pérez había disputado 226 partidos, repartidos entre su experiencia en el conjunto rosarino, el Emelec ecuatoriano, el Málaga de España y Boca. En ellos había recibido 99 amonestaciones (un promedio de una amarilla cada poco más de dos partidos). Si sólo se analizara su conducta en el último año, el coeficiente sube: fueron 14 amonestaciones en 26 presencias hasta la roja en el superclásico. Desde entonces, el volante disputó siete encuentros y vio apenas dos veces esa tarjeta. En el medio, tres partidos calientes de Copa Libertadores: los dos contra Cerro Porteño y el de ida contra Nacional, en Montevideo. En otra etapa, el Nº 8 pudo haber sido amonestado en todos esos choques. Sin embargo, logró controlarse e incluso evitó fricciones innecesarias.

Este renacer de Pablo Pérez no sólo ahuyenta los fantasmas sobre una posible salida suya del club, justamente por indisciplina, sino también que lo potenció como futbolista. El rosarino es hoy una pieza clave en el equipo. Incluso participa más y mejor de las jugadas, y además se reencontró con el gol. En sus últimos siete partidos marcó en tres ocasiones. Frente a Cerro Porteño, en la Bombonera, y uno en cada partido desde que Boca volvió a la actividad: contra Güemes, por la Copa Argentina, y ante Independiente del Valle, el último jueves en Ecuador.

Precisamente en Quito, el volante fue uno de los mejores jugadores del equipo de la Ribera. El que condujo buena parte de las situaciones de peligro que el equipo generó en la altura. Su gol en suelo visitante, tras una buena asociación con Lodeiro y Zuqui, quizás termine siendo fundamental para Boca en esta edición de la Libertadores.

Mientras tanto, Pérez disfruta de su presente, en el que parece haber aprendido a controlar a sus demonios.

3 veces fue expulsado Pérez desde que llegó a Boca en enero de 2015. En toda su carrera vio 6 rojas.