Para poder llevar a cabo esta travesía, hay varias rutas que pueden llegar a extenderse durante días, con el objetivo de contemplar su gran variedad de paisajes y dejarse embaucar por la magia de sus atardeceres y sus noches estrelladas.
Una de las rutas puede dar comienzo en el Gran Erg Oriental, una región desértica al noreste del Sahara. A través de esta travesía nos adentraremos en un mar de dunas que nos guiará hasta frondosos oasis de montaña.
La primera parada del periplo será Tozeur, al sur de Túnez, que presume de tener uno de los palmerales más grandes y bellos del país. Este ha otorgado una gran reputación a la ciudad por la buena calidad de sus dátiles, siendo la mayor productora del país, por lo que se conoce como la región de los dátiles, Bled el Jerid. Antiguamente, Tozeur era la puerta al desierto tunecino, con gran actividad comercial, alcanzando su apogeo en el siglo XIV. El ambiente actual de la localidad es un remanso de paz y frescura que puede recorrerse en calesa, en bicicleta o simplemente a pie para aprovechar al máximo la visita a este verdadero jardín del Edén.
Vehículos todo terreno parten, desde este punto, rumbo a Ain Chott. Una vez allí se puede recorrer el desierto durante tres días en los que se llega a captar la esencia de los auténticos nómadas del desierto con largas hileras de camellos, envueltos en cánticos bereberes. Al atardecer, el mejor plan es saborear un té observando la puesta de sol.
Tras surcar las dunas, se puede hacer una parada en un bonito pueblo bereber llamado Matmata, situado en medio de un paisaje lunar. En la tierra están excavadas las viviendas trogloditas dispersas en torno a la localidad, ideales para huir del calor. Se mezclan las casas tradicionales, capillas de morabitos y pozos elaborados con umbríos pasillos que conducen a una red de habitaciones y salas excavadas en el subsuelo. Este lugar es uno de los más visitados, ya que se trata de uno de los escenarios en los que se rodó la saga cinematográfica de Star Wars.
El siguiente punto a visitar es el impresionante paisaje mineral de Chott El Jerid, que se compone de dos lagos salados. Se trata de un universo del efímero mundo acuático que hubo en el pasado y que ahora cuenta con más de 100 kilómetros de extensión de sal cegadora y de arcilla agrietada. Incluso se pueden observar embarcaciones atrapadas en la sal seca en algunas zonas que antaño estuvieron cubiertas por estas aguas.
Por último, los oasis de montaña de Tamerza y el de Chebika, los más famosos de Túnez, son dos bellezas naturales de obligada visita. Tamerza se caracteriza porque el agua se escurre formando cascadas refrescantes. Por su parte, el oasis de Chebika se hunde en gargantas desecadas por el viento del desierto, permitiendo descubrir una fuente de agua cristalina que brota de la roca. Aquí es posible refrescarse con un baño en las transparentes aguas con la satisfacción de haber vivido una experiencia única.