Toots Thielemans: adiós a la armónica del jazz

Si nos guiáramos sólo por el suceso que ha tenido la más popular de sus canciones, "Bluesette" (1961), Toots Thielemans se habría ganado un lugar privilegiado en el olimpo de los grandes compositores del jazz.

Esa especie de vals romántico, melancólico, con aires de café parisiense y proyección global, que compuso en un camerino inspirándose en una foto de dos de sus héroes, el violinista Stephane Grapelli y el guitarrista Django Reinhardt, fue un éxito instantáneo y ha sido versionado, entre otros, por Ray Charles, Bill Evans, Quincy Jones, Elis Regina, Stevie Wonder, Joe Pass, Tito Puente, Tomy Flanagan y Hank Jones, Mel Tormé, George Shearing y la lista podría seguir sin solución de continuidad, porque cuando decimos un standard, es un standard con todas las letras. Pero lejos está Toots Thielemans, junto con el mencionado Django Reinhardt, los jazzistas más importantes en la historia de Bélgica, de ser un “one hit wonder”. Dueño de una asombrosa musicalidad, reinventó la armónica cromática en el jazz, transformándose en uno de los máximos referentes del instrumento a nivel mundial (junto al norteamericano Larry Adler y el argentino Hugo Díaz conforman una tríada indispensable), hizo del silbido un arte y se desempeñó, además, como un notable guitarrista, que llegó a integrar la orquesta de Benny Goodman a comienzos de la década del 50. Thielemans falleció ayer, a los 94 años, en su Bélgica natal y, en sintonía con la partida de Horacio Salgán hace menos de una semana, su muerte nos deja la tristeza de la pérdida de un músico enorme, pero también el agridulce consuelo de una vida vivida con alegría, música e intensidad hasta el último de sus días.

Había nacido en Bruselas, en abril de 1922, y su primer instrumento fue el acordeón.

Pronto pasó a la guitarra, influenciado por las grabaciones de Django Reinhardt y el Quinteto del Hot Club de Francia. Pero su carrera pasó a otra dimensión cuando comenzó a tocar la armónica cromática, instrumento que lo catapultó a las grandes ligas. Dueño de una técnica prodigiosa, logró conjugar virtuosismo y sensibilidad en cada una de sus notas. Heredero de Larry Adler, incorporó el vértigo y la explosión del bebop a su estilo. De hecho, a fines de los 40 llegó a girar con Charlie Parker, Stan Getz, Lester Young y Billie Holiday, en una experiencia que resultaría trascendental para su vida y su obra.

Querido, admirado y requerido por la escena jazzística, pero también por estrellas del pop y de la música brasileña, Toots es uno de esos músicos que los no iniciados escucharon y probablemente no reconocerían: su armónica es la que suena en “Moon River”, el clásico que Henry Mancini compuso para la banda sonora de Desayuno en Tiffany’s (1961) y también en la apertura de Plaza Sésamo. Pero además protagonizó notables colaboraciones con músicos como Bill Evans (Affinity, de 1979, es un disco exquisito) y Jaco Pastorious.

Hace apenas unos meses, ya retirado pero lúcido y con su musicalidad intacta, recibió en su casa de La Hulpe, en las afueras de Bruselas, al notable armoniquista argentino Franco Luciani. “Para todos los que tocamos este instrumento, él es un faro, un maestro, una guía. A pesar de su edad, estaba intacto. Yo le toqué una versión de «Old Friends», una de sus composiciones, y en el fluir de la charla tocamos juntos algunos clásicos, como «Autumn Leaves» y «St. Thomas», el Calipso de Sonny Rollins. Pero lo más emocionante de todo fue cuando le toqué «Garúa», el clásico de Aníbal Troilo. Conocerlo y compartir esa charla musical fue como un sueño hecho realidad, porque mi viejo era muy melómano y lo primero que me recomendó cuando agarré la armónica fue escucharlo a Toots y a Hugo Díaz”, celebra.

“A nivel técnico era una bestia. Pero su virtuosismo no era apabullante. Fue revolucionario por el modo en que aprovechaba la ligazón de las notas en la cromática sin utilizar el botón. El virtuosismo es un don y un talento. Pero no es lo único, lógicamente. Y Toots tenía un estilo inconfundible. El modo en que estiraba las notas era único y le daba una profundidad incomparable”, explica Luciani.

Luciani, en ese encuentro, le entregó a Thielemans un regalo especial, el flamante álbum We Do It Out of Love, un álbum tributo que Franco grabó junto con otros cinco grandes armoniquistas de todo el mundo: Grégoire Maret (Suiza), Antonio Serrano (España), Gabriel Grossi (Brasil), Alex Rossi (Brasil) y Olivier Ker Ourio (Francia). Será editado en la Argentina por Acqua Records y funciona como homenaje, pero también para vislumbrar el legado de la belleza que el autor de “Bluesette” expandió en su paso por este planeta.