Enfrentarse a una dieta para bajar de peso no es una tarea sencilla; todo aquel que atravesó esa situación lo sabe. Hay alimentos que deben evitarse, otros que pueden ingerirse sólo en pequeñas porciones y algunos que pueden ser reemplazados por los que tienen ingredientes que no sean nocivos para la salud.
Entremujeres consultó a especialistas en nutrición, para aclarar qué debemos hacer al momento de enfrentarnos a este tipo de dietas bajas en calorías. Así, las licenciadas Mariana Sanchez Ginestet y Florencia Cardone, miembros del Comité de Prensa de la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas Dietistas, aportaron información al respecto y también derribaron mitos sobre este asunto.
“Cada vez que se inicia un plan de descenso de peso, es necesario limitar ciertos alimentos, dado que, según su perfil nutricional, impiden una correcta nutrición, por un lado, y dificultan el descenso progresivo de peso, por el otro”, dijeron las especialistas.
Para bajarlo a lo concreto: “Se pueden citar lácteos enteros, carnes con alto contenido de grasas, manteca y margarina, alimentos procesados industrialmente (como patitas de pollo, medallones de carne, hamburguesas, entre muchos otros), fiambres, embutidos, aderezos (a excepción del kétchup y la mostaza), productos de snack, productos de pastelería, cereales refinados, azúcar de mesa, gaseosas comunes y golosinas”. Y ampliaron: “Estos forman parte de un grupo de alimentos en los que los ‘azúcares’ que contienen son absorbidos rápidamente, lo que ocasiona una mayor liberación de insulina y mayor formación de grasa, que se almacena en el tejido adiposo”.
Por otra parte, destacaron que “se desaconseja el consumo de alcohol, dado que tiene casi las mismas calorías por gramo que las grasas” y que todo plan de descenso de peso debe ser realizado por un profesional.
Si bien lo ideal es suprimir cierto tipo de comidas, también existe la posibilidad de los famosos “permitidos”. “Se recomienda limitar el consumo de alimentos de alta densidad calórica. Si se elige consumirlos, debe ser en forma ocasional, eligiendo porciones pequeñas”, aconsejaron.
En tanto, distinguieron entre las grasas insaturadas (“grasas buenas”) y lasgrasas saturadas (grasas malas). Los primeros son “indispensables para el organismo, ya que son fuente de ácidos grasos esenciales que el cuerpo no puede sintetizar”. Entre ellos figuran “el aceite (en todas sus variedades), frutas secas y semillas sin salar”, entre otros. Dentro de las “grasas malas”, mencionaron los “productos de panadería, las golosinas, los fiambres y embutidos, las vísceras y achuras, los quesos duros y semiduros, los aderezos, la manteca, la margarina, la grasa animal, la crema de leche y los productos de copetín”.
Respecto a los alimentos ricos en hidratos de carbono, sostuvieron que “es fundamental hacer la distinción entre los hidratos complejos y los simples (o azúcares refinados)”. “Los primeros deben formar parte diaria de un plan de alimentación, ya que aportan la energía que nuestro organismo requiere para llevar a cabo todas sus funciones”, agregaron.
Finalmente, las especialistas dieron una serie de tips para reemplazar ingredientes altamente calóricos por otros más saludables: las carnes deben ser magras (por ejemplo, peceto, nalga, cuadrada y lomo). El pollo, preferentemente sin piel, idealmente, pechuga. Pescados, grasos y magros, ya que la grasa que aportan es insaturada. Cereales, integrales. En bebidas, lo ideal es tomar agua, pero gaseosas y jugos sin azúcar pueden ser otra opción. El azúcar debe ser reemplazada por edulcorantes, “tanto para endulzar infusiones como para realizar preparaciones”. Por último, las licenciadas resaltaron que la manteca y margarina pueden ser reemplazadas por aceites.