Tiró las cenizas de su hermano en pogo ricotero

"Ahora Nico es Ji, ji, ji", escribió la joven en Facebook tras dejar los restos de su familiar en el Hipódromo de Tandil, donde tocó el Indio Solari.

No se aclara en ningún lado que le pasó. Pero Nicolás, el hermano de Tania Ayelén, falleció. Y pasaron 10 años. Y su historia fue trágica, o al menos eso deja entrever Tania.

Tiró las cenizas de su hermano en pogo ricotero - Tania esparciendo las cenizas de su hermano.

Tania decidió sacar a su hermano del cementerio, luego de cremarlo. Sentía culpa de no “visitarlo” tan seguido y de saberlo ahí, triste, solitario y final. Entonces, resolvió esa salida y una vez que tuvo las cenizas entre manos, comenzó a cranear donde lo liberaría.

Y se le ocurrió. A ella y a su hermana. El 25 de febrero, 23 días después de haber decidido que cremaría a Nico, alguien les dijo que les conseguía las 4 entradas necesarias para ir a ver al Indio. Ella, su compañero, una hermana y Sol, la hija de Nico, de 11 años.

Dos chicas al conocer la historia se ofrecieron a llevar a su hermana y a su sobrina. Así, los cuatro pudieron estar en Tandil. Y disfrutar del show del Indio,en medio de un cúmulo de sensaciones. Resolvieron, entre todos, tirarlo al aire de Tandil en medio de “Ji, ji, ji”, para así poder disfrutar de un show más.

Cuando el Indio Solari, que horas antes había blanqueado que sufría Parkinson, dijo que ahora venía “una que sepamos todos” y desató los primeros acordes de su canción emblema, Tania y su familia entraron en trance. Sacaron la bolsa con las cenizas de Nico, cada uno tomó un puñado y, en medio de pogo y alegría, lo dejaron ir.

La gente que alcanzaba a ver preguntaba que estaban haciendo. Enterados, brindaban por él e incluso “bendecían” las cenizas con algo de cerveza. Abrazos, emoción y llanto, mientras el Indio hacia saltar a casi 200 mil personas en el Hipódromo de Tandil.

Cuenta Tania: “De repente un pibe que tendría la edad de Nico al momento de morir -21 años no mucho más- se me acerca y me pregunta qué era eso que tirábamos, a los gritos le contesté: – ¡Las cenizas de mi hermano, loco! El chabón más ricotero que conocí. El pibe inclinó su vaso y uniéndose al ritual dejó caer sobre las cenizas un chorrito de cerveza. Cuando la ceniza dejó de caer de mi mano y la cerveza de la suya lo abrace con la sensación de estar abrazando a mi hermano por última vez”.

“Su música nos unió aun después de la muerte, me hizo sentirlo más vivo que nunca y me dejó la sensación de paz que no había podido sentir en diez años. Me sentí feliz de estar ahí y de compartirlo con esas personas (aunque faltó mi otra hermana; con ella hubiera sido aun más perfecto). Con alegría y música le dimos un final feliz a una historia trágica y encontramos un nuevo modo de conectar con quien ya no está. Ahora Nico es “Ji ji ji”“, concluyó Tania el relato de su emocionante historia.