Para quienes practicamos meditación es evidente que el aprendizaje progresivo y sostenido nos va llevando por distintos aprendizajes y el desarrollo de distintas (pero muy emparentadas) “habilidades”.
Dependiendo del estilo que adoptemos (meditación mindfulness, trascendental, yóguica, etc) encontraremos un set de ejercicios que los instructores o maestros han organizado secuencialmente como una manera más efectiva de acceder a los cambios que puedan beneficiarnos.
En Mindfulness, solemos usar al menos 5 tipos de meditaciones: conciencia de la respiración, escaneo del cuerpo, yoga consciente (ejercicios de flexibilidad), meditación de apertura (en posición de sentado) y meditación compasiva.
Un estudio científico reciente de las profesoras Bethany Kok y Tania Singer, del instituto germano Max Planck, con más de 200 participantes, evalúa a cuatro meditaciones (todas excepto el yoga) y compara los reportes de quienes las practican durante 3 meses, para poder hipotetizar los beneficios que son esperables de cada una. Veamos.
Todas y cada una producen…
Primero describamos en pocas palabras a cada una de las meditaciones:
Respiración conciente: el practicante mantiene una observación sensitiva de su proceso respiratorio a nivel de las fosas nasales, pecho y abdomen. No cambia el ritmo, sólo siente que respira.
Escaneo corporal: en esta práctica se intenta ir sintiendo, de manera progresiva, cada sensación física del cuerpo desde un extremo al otro, como calor-frío, humedad-sequedad, cosquilleos, vibraciones y dolor.
Meditación de atención a los pensamientos: se observan los pensamientos pasar sin “fusionarnos” en ellos (quedarnos enganchados).
Meditación de la compasión: es una práctica donde se incorpora también la visualización, ya que se intenta sentir amabilidad y compasión por todos quienes nos rodean y por los seres del universo en general.
A pesar de ser algo distintas, todas las prácticas meditativas producían en los pacientes emociones positivas, más energía, más foco en el presente y menos distracción en pensamientos en relación al inicio de sus prácticas.
En cierta medida, practicar meditación exige lograr cierto grado de concentración durante un tiempo disminuyendo la distracción. Además, cuando logramos eso alcanzamos cierto grado de calma y eso nos beneficia directamente en nuestro ánimo y actitud hacia la vida. Pero ahí parecían finalizar las diferencias.
Beneficios particulares
Cada meditación demostró tener características beneficiosas propias, aún sin el sustento de las otras. Ocurre que en el programa de mindfulness, por ejemplo, para practicar observación de pensamientos uno primero aprende a observar la respiración en orden a concentrar la mente. Sólo allí pasa a la observación de pensamientos.
Aquí se prescindió de esta progresividad en el aprendizaje: en realidad cada grupo practicó durante 3 meses un tipo de meditación y esto es lo que reportaron, mediante cuestionarios, los participantes.
Meditación de la respiración: más foco y concentración. Más calma.
Escaneo corporal: gran conciencia interoceptiva (sensaciones del cuerpo) y disminución de pensamientos negativos de pasado y futuro.
Observación de pensamientos: máxima capacidad de observar y no fusionarse con los pensamientos. Menos actividad mental.
Compasión: gran desarrollo de pensamientos y emociones positivas y de calidez en relación a los demás.
Según las investigadoras, cada práctica parece crear un entorno mental distintivo, y las consecuencias de la práctica a largo plazo aún deben ser exploradas. Este estudio en realidad es sólo parte de una investigación mayor llamada “ReSource Project” (algo así como proyecto de los recursos), que además examina cómo las diferentes meditaciones afectan la estructura del cerebro, el estrés y la conducta social.
Entonces, elegí la que más necesites según tu necesidad…¡y a practicar!
Por: Martín Reynoso