Finalmente, Michel Temer lo consiguió y juró como presidente de Brasil. Ahora, deberá hacer lo más difícil: gobernar. Tendrá que enfrentar una delicada coyuntura, con un gobierno que nace frágil y se propone impulsar reformas económicas que reactiven la economía del país.
El flamante jefe de Estado tiene que tomar una decisión: un ajuste en forma de shock, como le piden los empresarios y los medios de comunicación, o dosificado en cómodas cuotas, a la espera de las elecciones municipales de octubre y de la construcción de un mayor capital político. Todas las señales que envió ayer su ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, apuntan a la primera de las dos alternativas. El funcionario favorito de los mercados adelantó que tomará “medidas duras”, que aún no explicó, para sacar a Brasil de la crisis.
“El Congreso refleja a la sociedad y la sociedad está madura para aceptar importantes medidas de ajuste. Lo que no es posible es continuar como estamos”, dijo el ex jefe del Banco Central durante los dos mandatos de Luiz Inácio Lula da Silva. Para Meirelles, es clave aplicar un ajuste fiscal que reduzca el gasto del Estado. Según los datos oficiales más recientes, el déficit fiscal escaló al 9,73% del producto bruto interno (PBI) en los últimos doce meses. La deuda pública, en tanto, se situó en el 38,9% del PBI, dato que preocupa al cerebro del ajuste de Temer.
“Vamos a cortar gastos, privilegios de quienes no los precisan”, anunció Meirelles. Entre la batería de medidas que prepara, despedirá a 4 mil funcionarios públicos en ministerios y secretarías de Estado. “La meta inicial que nos propusimos es de 4 mil empleos, pero si nos damos cuenta después de que podemos aumentar el número, seguiremos haciéndolo”, afirmó el ministro de Planificación, Romero Jucá. “Esto no resuelve el problema del gasto y el cumplimiento de la meta fiscal para este año, pero demuestra el compromiso del gobierno”, agregó.
La necesidad de una reforma económica rápida y sin pausa fue reclamada en las últimas horas por la prensa. En un editorial, el diario Folha de S. Paulo explicitó: “En los primeros meses se abre la oportunidad de tomar medidas de amplio aliento y de necesidad innegable, tanto en el ámbito económico como en el campo de la reforma política”.
La poderosa Federación de Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp) también reclamó un ajuste fiscal sin suba de impuestos. “El mercado necesita ser respetado”, reclamó Paulo Skaf, presidente de la entidad. Una de sus propuestas era disminuir la cantidad de ministerios. Temer le dio el gusto, al bajar de 31 a 23 carteras. Entre las prioridades esbozadas en su programa económico, “Un puente para Brasil”, el líder del PMDB propuso un ajuste fiscal, una suba de la edad mínima de jubilación y el desarrollo de la economía. “La prioridad en el corto plazo debe ser impedir que la recesión y el desempleo se profundicen.
Puede que las reformas previsionales, tributarias y políticas queden para después de las elecciones municipales de octubre de 2016”, explicó Ricardo Ismael, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro. Esas nuevas medidas, especialmente la suba de la edad mínima de jubilación, servirían como argumento para la campaña electoral del PT, por lo que se espera que el mandatario aguarde un año antes de aplicarla.
Al presentar a su gabinete, Temer habló sobre un “gobierno de salvación nacional”. La caída del PBI alcanzó el 3,8% en 2015 y se espera que llegue a una cifra similar este año. El desempleo, en tanto, trepó al 10,9% en el primer trimestre del año, y la inflación alcanzó el 9%. Esos datos negativos lo impulsaron a tomar medidas urgentes. “En el corto plazo, Temer tendrá que dar prioridad a las inversiones privadas en el área de infraestructura, desplegando un osado programa de privatizaciones. Las exportaciones también serán impulsadas, para que la industria tenga algún estímulo”, agregó Ismael.
Con Macri como espejo, el presidente en funciones de Brasil apunta a conquistar en los próximos meses a los inversores internacionales con audaces medidas ortodoxas.