El cuerpo humano está formado por distintos tipos de tejido adiposo: el blanco y el marrón. Este último es propio de los animales de hibernación y los seres humanos lo tenemos desde nuestro nacimiento en la región interescapular. Se llama tejido adiposo marrón porque tiene un color diferente, dado que su estructura es muy distinta del tejido adiposo blanco, por contener gran cantidad de mitocondrias y a que estas son diferentes a las del resto del cuerpo.
En los últimos años se ha descubierto un tejido parecido al marrón pero que se encuentra en los depósitos del tejido adiposo blanco y que se denomina tejido adiposo beige. Ante el frío, nuestro sistema nervioso simpático (que es involuntario) activa al tejido adiposo marrón y beige, protegiéndonos de la hipotermia. El estímulo del frío recluta mayor cantidad de enzimas logrando que las mitocondrias trabajen más y, por lo tanto, incrementando el gasto de energía inducido por el frío.
La necesidad del ejercicio
El tejido adiposo marrón y el tejido adiposo beige -uno en una localización interescapular y el otro dentro del tejido adiposo blanco- están para quemar la grasa y no para almacenarla. Pero para ello es fundamental el estímulo del ejercicio, el cual produce los mismos efectos que el estímulo del frío.
Intentar aumentar la cantidad y el funcionamiento de la grasa beige podría colaborar con el tratamiento de la diabetes tipo 2, una de las enfermedades no transmisibles vinculadas a la obesidad.
El cuerpo podría transformar grasa del tejido adiposo de almacenamiento -que podríamos denominar mala- en tejido adiposo beige, a través del aumento de ejercicio y, especialmente a bajas temperaturas, porque de esta manera se produce un estímulo de los factores que van a aumentar la función de sus enzimas.
El ejercicio, a través de una hormona denominada irsina, estimula del tejido adiposo beige y sus funciones, por lo que podríamos decir que induce la ‘marronizacion’ de adipocitos, los transforma de blancos a marrones e incrementa la oxidación de las grasas y la producción de calor.
Melatonina y serotonina, aliadas de la grasa beige
La melatonina es una hormona cuyo principal beneficio es la inducción al sueño. También estimula la inmunidad y tiene acción antioxidante. Además, posee efectos metabólicos sobre la reproducción y sobre el tubo digestivo, relajándolo.
La naturaleza guarda un perfecto equilibrio entre todas las funciones de nuestro cuerpo. Una de ellas es la temperatura y, al dormir, la misma melatonina se encarga de regularla porque la temperatura baja debido a la inmovilidad. ¿Cómo hace esto? Al dormir, esta hormona se dirige al tejido adiposo beige y pardo y activa las enzimas UCP1 que comienzan a actuar, produciendo calor. Cuando sale el sol, la melatonina se inactiva y el tejido beige se duerme.
Al envejecer, aumenta mucho el tejido adiposo en todas las áreas e invade al músculo, sobre todo si la persona es sedentaria. La función de la melatonina en el tejido adiposo beige también falta y se acumula más tejido adiposo blanco.
Otra hormona aliada de estos procesos es la seretonina, popularmente conocida como la hormona de la felicidad. Cuando tenemos alta la serotonina, tenemos alta también la melatonina, logrando de esta manera dormir bien, tener buena inmunidad y además quemar la grasa que enferma, previniendo la obesidad y la diabetes.
El triptófano es un aminoácido que sube naturalmente la serotonina y la melatonina y colabora con la grasa beige produciendo el sueño y el calor que la naturaleza ha orquestado para la noche (pollo, leche, queso, pescado, huevos, nueces y maní son ricos en triptófano). En el tratamiento de la obesidad este es un punto clave, ya que así se aumenta la producción del tejido adiposo beige, con lo cual estaría produciendo una regulación de la termogénesis, quemando las grasas y generando calor. Por lo tanto la generación de serotonina y de melatonina en la prevención y tratamiento de la obesidad debe ser prioritaria.
* Doctora María Alejandra Rodríguez Zía es médica clínica y endocrinóloga (UBA).