Los cometas son tan viejos como el Sistema Solar, entre ellos el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, de forma extraña e irregular y con un núcleo de unos cuatro kilómetros de largo, como un islote espacial a la deriva. Este cometa de nombre impronunciable es importante porque contiene algunos ingredientes que son esenciales para el origen de la vida en la Tierra. El aterrizador Philae se desprendió del orbitador Rosetta en noviembre de 2014, pero sus arpones no consiguieron anclarse a la superficie del planeta, por lo que rebotó y cayó en un lugar indeterminado. Su batería principal se agotó a los pocos días y entró en estado de hibernación, hasta que en el verano de 2015 su batería se reactivó al acercarse el cometa al Sol y Philae volvió a emitir señales a Rosetta. Sin embargo, los científicos de la Agencia Espacial Europea (ESA) desconocían la ubicación precisa del módulo de aterrizaje.
El 30 de septiembre finaliza la misión: Rosetta prácticamente ha llegado al final de su vida útil después de más de doce años y su descenso controlado se efectuará en la región Ma’at, en la cabeza del cometa, donde reposará para siempre. La buena noticia es que el pasado 2 de septiembre, a menos de un mes de finalizar la misión, la cámara de alta resolución de Rosetta localizó a su extraviado compañero en una oscura grieta del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, según informó la ESA el 5 de septiembre.
Las imágenes, tomadas por el teleobjetivo de la cámara OSIRIS cuando el satélite Rosetta se encontraba a 2,7 kilómetros de la superficie del cometa, muestran claramente el cuerpo principal del módulo, encajado en una grieta, y dos de sus tres patas. “Esta fantástica noticia implica que, ahora que sabemos dónde se encuentra el punto de aterrizaje, finalmente contamos con la información fidedigna que nos faltaba para poner en contexto los tres días de datos científicos de Philae”, afirma Matt Taylor, científico del proyecto Rosetta. “Ahora, con la búsqueda del módulo finalizada, podemos centrarnos en el aterrizaje de Rosetta y ya estamos deseando obtener imágenes aún más precisas del lugar del impacto”, agrega Holger Sierks, investigador principal de la cámara OSIRIS.