“Mezclar hasta que tome consistencia” es una de las premisas de Nahuel Briones y se nota en toda su obra, especialmente en El cruce de los unders, donde hay pop ochentoso, vals, tango y ragtime. Un material que surgió de 200 canciones compuestas. “Es un disco muy ecléctico y yo voy siempre en busca de hacer cosas que nunca hice porque me aburro muy rápido”, asegura. “Trabajo mucho para no repetir los ritmos y las formas”.
Entre todos los participantes del disco aparece como productor Jorge Álvarez, sí, el fundador del sello Mandioca en los años ’60 y creador de eso que hoy llamamos “rock nacional”. Fallecido el año pasado, Briones lo considera “productor místico y alma queer pater” de su último álbum.
“No todo es color de rosa”, el corte del disco, sintetiza perfecto esa mezcla de amor y desamor que se respira en sus canciones. “Las letras se construyeron en base a exagerar situaciones, como cuando sos chiquito, tenés muchísima fiebre, escuchás un ventilador y pensás que puede ser un avión que está a punto de estrellarse contra tu edificio”, grafica.
¿Cuál es la fórmula de Briones? “Tengo una fascinación extrema y caprichosa por la locura”, admite. “Me relaciono mucho desde muy chico con gente que tiene trastornos psiquiátricos, siempre sin saberlo yo. Encuentro en ellos una manera desprejuiciada de hacer arte, con ideas rarísimas y sumamente creativas”.
