“No te tengo miedo. Si tengo que morir por mi hija, entonces moriré…” Serafina López estaba decidida a enfrentar al hombre de 28 años que mantenía una relación con su hija de 11. Lo denunció por abuso. Lo retó a separarse de la preadolescente, que estaba como “hipnotizada” por él y hacía caso omiso de las advertencias maternas. Serafina logró su objetivo, pero le costó la vida: fue asesinada y el principal sospechoso es ese hombre, que, como parte de un plan macabro, habría manipulado a las dos hijas de la víctima para que fueran parte del inconcebible crimen.
Hacía poco que Serafina, de 33 años, y sus hijas de 11 y 16 habían viajado desde Paraguay para vivir en la villa 31 bis. La madre quería salir adelante. Con mucho esfuerzo, tomaba parte del dinero que ganaba realizando tareas de limpieza en oficinas y le pagaba clases de inglés a la menor de las chicas.
Pero en 2014 apareció Cosme Báez en la vida de la familia, más precisamente en la de la niña de 11 años. “Le decía a la mamá que iba a la escuela, pero faltaba. Un día Serafina le revisó el celular y se dio cuenta de que su hija se escapaba con este hombre mucho más grande que ella”, relató a LA NACION Débora Huczek, abogada que representa a los allegados de López.
Serafina actuó de inmediato ante la ausencia de su hija y presentó una denuncia por averiguación de paradero. Horas después, Báez se acercó a la casilla donde ella vivía, para amenazarla. “El hombre se subió al techo de la vivienda junto con dos menores, que también estaban armados, y la increparon”, relató la letrada. “Si no retirás la denuncia, te mato”, le decía. Serafina no se arredró. Al contrario, enfrentó a Báez y le exigió que dejara de ver a la chica.
Pero no había caso: la “relación” seguía. La menor no escuchaba a su madre, estaba cada vez más rebelde, según describió la letrada. Serafina radicó una nueva denuncia contra Báez, esta vez por violación. Siete días después, el 14 de noviembre de 2014, fue asesinada mientras dormía.
Fue la hija de 16 años de la víctima quien, tiempo después, echó un leve manto de luz sobre lo ocurrido aquella madrugada, explicó la abogada Huczek. Primero dijo no saber nada, pero luego se autoincriminó (decía que soñaba con su mamá) e incluyó a un primo suyo y a su novia, también menores, en la ejecución del asesinato.
Crimen planeado
Según lo que pudo reconstruir la investigación encarada por la familia de la víctima, fueron las hijas de Serafina quienes abrieron la puerta de su casa a Báez el 14 de noviembre de 2014. Incluso, según el relato de la mayor de ellas, un primo y la novia fueron quienes golpearon una ventana para avisar que estaban fuera de la casilla.
Báez se quedó en la entrada y envió a sus sicarios, dos chicos menores de edad, a matar a López de un tiro en la cabeza mientras dormía en su habitación. Una vez consumado el crimen, Báez huyó con la niña de 11, según relató Huczek.
El hombre se mantuvo prófugo alrededor de un mes, hasta que la policía lo halló en un humilde barrio de San Miguel, en el oeste del conurbano. Antes de ser apresado, Báez se defendió a los tiros. La chica, en tanto, apareció deambulando en la terminal de ómnibus de Retiro. Vestía la misma ropa que el día del homicidio de su mamá.
Báez quedó detenido con prisión preventiva desde entonces y el próximo 10 de agosto será juzgado ante el Tribunal Oral de Menores N° 3, acusado del delito de homicidio agravado por alevosía (ya que la víctima se hallaba indefensa) y por haberse cometido valiéndose de menores de edad. Por estos hechos, podría ser sentenciado a reclusión perpetua.
Homicidios y narcotráfico
Como si fuera poco, la investigación demostró que el hombre tenía un pedido de captura en Paraguay por homicidio, a la vez que en la Argentina pesaba sobre él un requerimiento de extradición. Su paso por la villa 31 bis dejó también una marca en los negocios de la droga, agregó la abogada.
En el juicio hay otros tres acusados: la hija mayor de Serafina, que fue procesada por homicidio agravado por el vínculo, y su primo y la novia, imputados por homicidio agravado por alevosía. Tanto la niña de 11 años como uno de los adolescentes que ingresaron en la casilla la madrugada del crimen fueron declarados inimputables. El otro sicario continúa prófugo.
Paralelamente, avanza también una investigación contra Báez por el abuso de la niña; el Código Penal contempla que una persona menor de 16 años es sexualmente inmadura -no puede dar “consentimiento”- y, por lo tanto, quien mantiene una relación con alguien por debajo de esa edad comete un delito.
La familia de Serafina espera que el hombre quede detenido. “Tienen miedo de que lo dejen en libertad y vaya a Paraguay a matarlos”, agregó la letrada, que solicitó contención para la niña, que hoy tiene 12 años y “está a la buena de Dios”.
Por: Valeria Musse