La gran congoja popular que produjo la muerte de Evita, el 26 de julio de 1952, convirtió a su sepelio en uno de los hechos de masas más importantes de la historia argentina.
Evita nació en 1919 y pasó su infancia en la localidad de Los Toldos en el seno de una familia humilde. El giro en su vida se dio en 1944 cuando conoció a Juan Domingo Perón, en un acto realizado en el estadio Luna Park por la Secretaría de Trabajo y Previsión.
De la mano de Perón, Evita incursionó en la política, se convirtió en la “abanderada de los humildes” y fue la conquistadora del voto femenino, con un primer discurso oficial que mostró su apoyo a los derechos femeninos.
En 1950 se supo que estaba enferma y que era terminal. El 11 de noviembre de 1951 votaron por primera vez todas las mujeres argentinas mayores de 18 años. Y Evita lo hizo desde su cama de un hospital.
Meses después, el 26 de julio y con 33 años, Evita entró en coma en horas de la mañana. Según la historia oficial su deceso se produjo a las 20.25, y poco después de una hora, el locutor Jorge Furnot fue el encargado de confirmar la triste noticia al país por la cadena nacional.
“Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación”
Se declaró entonces un duelo que se extendió hasta el 11 de agosto, y hasta ese día no hubo funciones de cine, teatro, ni tampoco espectáculos deportivos, mientras las radios transmitían música sacra.
Los restos fueron velados primero en el Ministerio de Trabajo, y luego se trasladaron al Congreso, por donde desfilaron durante días ciento de miles de personas.