Comenzó las carreras de Maestra Jardinera y Profesorado de Educación Física pero debió interrumpirlas en 1977 al fallecer su padre, con sólo 16 años, y debió hacerse cargo del hogar. Se casó luego, tuvo dos hijos, y guardó para sí su pasión por la música y el deseo secreto de convertirse en cantante.
Todo cambió el día en que leyó un aviso en el periódico, en el que pedían vocalistas para un grupo musical. Su voz y su carisma le ganaron un lugar en una banda de género tropical, y su familia cedió, después de una oposición tenaz, a que incursionara en el mundo del espectáculo.
Miriam se convirtió en Gilda, en honor a la femme fatale que encarnaba Rita Hayworth en la película del mismo nombre.
En los comienzos de su nueva carrera conoció a Toti Giménez, compositor y tecladista, quien más tarde se convertiría en su pareja. Y, según dicen los que conocieron de cerca a la cantante, es el hombre encargado de forjar la leyenda de Gilda.
Fue él quien la convenció de lanzarse como solista y la apoyó en la lucha contra las compañías discográficas, que por entonces creían que el mundo de la música popular era exclusivo para voces masculinas.
Gilda empezó una corta pero exitosa carrera, logrando muchos discos de oro, platino y doble platino.
Unos días antes del viaje a Chajari cambió la letra de “No es mi despedida”, que luego sería un gran éxito para sus fans. En ese tema anticipaba su partida y les decía adiós a sus seres queridos. Nadie pudo explicar porqué causa modificó el texto.
Quienes la acompañaron en los días previos afirman que Gilda perdió parte de su habitual alegría.
El 7 de septiembre de 1996 en el kilómetro 129 de la ruta 12, camino a Chajarí (Entre Ríos), un camión embistió al colectivo donde viajaba. El choque fue frontal. El ómnibus empezó a dar tumbos y se llevó por delante, en forma simultanea, a dos automóviles que circulaban por dicha ruta.
De las veinte personas que viajaban, solo Edwin Manrique salió ileso, sin heridas. Toti y Fabricio se salvaron milagrosamente. El accidente dejó un trágico saldo: fallecieron Gilda, su madre, su hija Mariel y tres de sus músicos.
Tirado en la banquina, a un costado de los hierros retorcidos, quedó depositado un casette en el que Gilda había registrado los demos de lo que sería su próximo disco, en el que terminó por convertirse en un álbum póstumo: Entre el Cielo y la Tierra.
Desde su muerte muchos fans le atribuyen la condición de santa, debido a que, según ellos, realiza varios milagros.