La Ley 8871, que llevó el nombre del presidente Roque Sáenz Peña impulsor de la reforma de 1912, alcanzó sólo a los ciudadanos varones mayores de 18 años de edad, por lo cual no debe calificarse de universal, aunque fue un avance sustancial en épocas de habituales fraudes electorales.
No fue universal porque las mujeres tuvieron que esperar 28 años para que el 9 de septiembre de 1947 fuera convertido en ley el proyecto de voto femenino, inspirado en la prédica de Eva Perón.
No obstante, la Unión Cívica Radical (UCR) fue el primer partido político argentino en presentar un proyecto de ley de voto femenino en 1919, que no prosperó por la supremacía conservadora en el Congreso de la Nación.
Antes de la reforma electoral de 1912, la Argentina empleaba un sistema en que el voto era voluntario y se manifestaba en forma verbal o en una papeleta pública. Esta situación condicionaba el sufragio por distintos intereses y fomentaba la corrupción e incluso el terror de los ciudadanos.
Sólo a modo de ejemplo, cabe mencionar que la elección anterior a la reforma, Sáenz Peña fue elegido presidente con la participación del 2,8 por ciento de la población de entonces de nuestro país.
Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento fueron consagrados como presidentes de la Nación con apenas el uno por ciento de los ciudadanos, mientras que Julio Argentino Roca en sus dos mandatos gobernó con un también escaso 2 por ciento.
Una ínfima proporción de la población tomaba parte de las elecciones. En los 11 comicios presidenciales previos a 1912 la participación alcanzó en promedio el 1,7 por ciento de la población total.
Según explicó el historiador Felipe Pigna en su libro Los Mitos de la Historia Argentina, “la primera ley electoral argentina fue sancionada en 1821 en la provincia de Buenos Aires durante el gobierno de Martín Rodríguez, por el impulso de su ministro de Gobierno Bernardino Rivadavia.”
“Esta ley establecía el sufragio universal masculino y voluntario para todos los hombres libres de la provincia y limitaba exclusivamente la posibilidad de ser electo para cualquier cargo a quienes fueran propietarios”, escribió.
El texto de Pigna destacó seguidamente que “a pesar de su amplitud, esta ley tuvo en la práctica un alcance limitado, porque la mayoría de la población de la campaña ni siquiera se enteraba que se desarrollaban comicios” y completó: “así, en las primeras elecciones efectuadas con esta ley, sobre una población de 60.000 personas apenas trescientas emitieron su voto”.
La contracara fueron las primeras elecciones presidenciales que consagraron a Yrigoyen, cuya participación ascendió hasta el 62,71 por ciento de los individuos con derecho a voto.
La fórmula Yrigoyen-Luna obtuvo el 2 de abril de 1916 336.980 votos (46,83%), la del Partido Autonomista Nacional con Ángel Dolores Rojas y Juan Eugenio Serú alcanzó 155.187 sufragios (21,57%), el Partido Demócrata Progresista de Lisandro de la Torre y Alejandro Carbó sumó 63.098 votos ( (8,77) y la del Partido Socialista de Juan B. Justo y Nicolás Repetto con 52.215 votos ( (7,25%), en los primeros lugares.
El contundente triunfo de Yrigoyen en el voto popular sólo se impuso con la diferencia de un punto en el Colegio Electoral, porque entonces la elección presidencial establecía el voto indirecto, reformado recién en 1994.
Estos comicios provocaron una cambio rotundo entre las fuerzas políticas existentes entonces, llegando incluso a la desaparición para siempre del Partido Autonomista Nacional, que había obtenido el segundo lugar en la histórica elección del 2 de abril de 1916 de la que este sábado se cumple su primer siglo.
No fue universal porque las mujeres tuvieron que esperar 28 años para que el 9 de septiembre de 1947 fuera convertido en ley el proyecto de voto femenino, inspirado en la prédica de Eva Perón.
No obstante, la Unión Cívica Radical (UCR) fue el primer partido político argentino en presentar un proyecto de ley de voto femenino en 1919, que no prosperó por la supremacía conservadora en el Congreso de la Nación.
Antes de la reforma electoral de 1912, la Argentina empleaba un sistema en que el voto era voluntario y se manifestaba en forma verbal o en una papeleta pública. Esta situación condicionaba el sufragio por distintos intereses y fomentaba la corrupción e incluso el terror de los ciudadanos.
Sólo a modo de ejemplo, cabe mencionar que la elección anterior a la reforma, Sáenz Peña fue elegido presidente con la participación del 2,8 por ciento de la población de entonces de nuestro país.
Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento fueron consagrados como presidentes de la Nación con apenas el uno por ciento de los ciudadanos, mientras que Julio Argentino Roca en sus dos mandatos gobernó con un también escaso 2 por ciento.
Una ínfima proporción de la población tomaba parte de las elecciones. En los 11 comicios presidenciales previos a 1912 la participación alcanzó en promedio el 1,7 por ciento de la población total.
Según explicó el historiador Felipe Pigna en su libro Los Mitos de la Historia Argentina, “la primera ley electoral argentina fue sancionada en 1821 en la provincia de Buenos Aires durante el gobierno de Martín Rodríguez, por el impulso de su ministro de Gobierno Bernardino Rivadavia.”
“Esta ley establecía el sufragio universal masculino y voluntario para todos los hombres libres de la provincia y limitaba exclusivamente la posibilidad de ser electo para cualquier cargo a quienes fueran propietarios”, escribió.
El texto de Pigna destacó seguidamente que “a pesar de su amplitud, esta ley tuvo en la práctica un alcance limitado, porque la mayoría de la población de la campaña ni siquiera se enteraba que se desarrollaban comicios” y completó: “así, en las primeras elecciones efectuadas con esta ley, sobre una población de 60.000 personas apenas trescientas emitieron su voto”.
La contracara fueron las primeras elecciones presidenciales que consagraron a Yrigoyen, cuya participación ascendió hasta el 62,71 por ciento de los individuos con derecho a voto.
La fórmula Yrigoyen-Luna obtuvo el 2 de abril de 1916 336.980 votos (46,83%), la del Partido Autonomista Nacional con Ángel Dolores Rojas y Juan Eugenio Serú alcanzó 155.187 sufragios (21,57%), el Partido Demócrata Progresista de Lisandro de la Torre y Alejandro Carbó sumó 63.098 votos ( (8,77) y la del Partido Socialista de Juan B. Justo y Nicolás Repetto con 52.215 votos ( (7,25%), en los primeros lugares.
El contundente triunfo de Yrigoyen en el voto popular sólo se impuso con la diferencia de un punto en el Colegio Electoral, porque entonces la elección presidencial establecía el voto indirecto, reformado recién en 1994.
Estos comicios provocaron una cambio rotundo entre las fuerzas políticas existentes entonces, llegando incluso a la desaparición para siempre del Partido Autonomista Nacional, que había obtenido el segundo lugar en la histórica elección del 2 de abril de 1916 de la que este sábado se cumple su primer siglo.