Leila ingresó al hospital de Pico Truncado el 16 de agosto con fuertes contracciones. Incómoda, molesta por el dolor, le pidió a dos trabajadores del lugar que la atiendan, no se sentía bien y le faltaban apenas unos días para ingresar en el sexto mes de embarazo. “Sentate querida, esperá, están limpiando ahora”, fue la respuesta que recibió. No había otros pacientes: solo ella y su marido. Pasaron veinte minutos y el dolor fue más intenso. Molesto por la situación él insistió para que Leila fuera atendida. “Obedezcan, hagan lo que les dijimos, esperen ahí si no llamamos a la policía”. Las contracciones aumentaron al igual que el dolor. Leila Aguilante (22) sólo atinó a ir al baño. Luna Valentina llegó al mundo allí, en el inodoro del hospital mientras su madre sangraba, veía a su hija y gritaba pidiendo ayuda. En segundos un grupo de médicos y enfermeras la rodearon: no recuerda bien cuál de ellos fue quien sacó a su beba prematura con una chata del inodoro. Los minutos siguientes fueron confusos. “¿Cómo no nos dijiste que estabas de tantos meses?”, la retó la misma mujer que le pidió que esperara. Al increíble comentario se sumó otro: “Como no tenías ni panza no te creímos que estabas embarazada”.
Luna Valentina fue trasladada a Caleta Olivia, a 60 kilómetros, porque en Pico Truncado no había insumos ni especialistas para atenderla. Viajó en una ambulancia acompañada por su papá. Llegó con hipotermia, según el parte médico escrito por los médicos que la recibieron. Leila quedó 24 horas internada en la otra ciudad. Cuando se reencontró con su pequeña, la vio con respirador, entubada y serias dificultades para seguir viviendo. Al día siguiente se despidió de ella.
“Le puse Valentina porque fue muy valiente y peleó dos días para vivir”, resumió a Clarín entre sollozos, dolor e indignación. “En Caleta me dijo el doctor que si me hubieran derivado apenas entré al hospital de Truncado mi hija hubiera sido prematura, pero estaría viva”. En cambio, volvió a su pueblo para enterrar a su hija.
Pasó un mes hasta que, acompañada por su mamá, se animó a ir a la fiscalía a hacer la denuncia. “Quiero justicia por Luna, pero antes del mes no tuve fuerzas para denunciar lo que sucedió. Todavía me cuesta procesar que perdí a mi bebé”, explica. Leila vuelve a llorar cuando cuenta que el fiscal en tres oportunidades y elevando el tono de voz le dijo: “¿A quién vas a denunciar? Acá no hay dolo de nada”. Apenas alcanzó a responderle con un “espero que nunca le toque estar en mi lugar y vivir lo que yo viví en ese hospital”. Ajeno al dolor de Leila el fiscal le contestó: “Quedate tranquila, nunca voy a estar en tu lugar”.
Leila busca un abogado para denunciar al fiscal y a las personas que no la atendieron. Varios le preguntaron si ella no estaba al tanto del deterioro del hospital local, como si alcanzara para explicar el infierno que vivió. Cuando su historia se conoció en los medios locales recibió en su casa a tres funcionarias del ministerio de Salud de Santa Cruz, que conduce Rocío García, la nuera de Cristina Kirchner. Le prometieron que lo de Luna no iba a repetirse en la provincia. Ella no para de llorar mientras lo cuenta. Tiene un hijo de tres años que es lo único que la “impulsa a seguir”. No cree en la justicia provincial ni mucho menos que los problemas de la salud pública se reviertan.
Desde 2009, según el gremio ATE Salud, desertaron más de 600 profesionales médicos y otro tanto de enfermería. En el principal hospital de Santa Cruz, el de Río Gallegos, en 2010 había 21 médicos en Pediatría hoy sólo son 8. “Se necesitarían 34”, dijo a Clarín Jorge Lemos, médico ginecólogo y ex referente del gremio. La crisis es más profunda en el sector de Anestesiología, que funciona a veces con un solo profesional como prestador. “Esto entorpece la programación de cirugías y más grave aún si tenemos en cuenta que es un hospital-escuela, lo que genera una deficitaria formación de los médicos residentes”.
En el día a día, los médicos denuncian que faltantes de medicamentos tan esenciales como la amoxicilina o el hierro para las embarazadas. “Podríamos seguir la lista en un largo lamento que nos conduce a la nada. Cuando ingresa un paciente a cirugía no tenemos los elementos esenciales”. Los pacientes llevan las gasas, las vendas y otros insumos básicos. Entonces, la historia de Leila no se puede leer aislada: es el resultado de un sistema de salud deteriorado.
El kirchnerismo antes de irse del gobierno nacional inauguró un hospital de alta complejidad en El Calafate, que no se pudo usar por meses por falta de gas y profesionales. Nada se dijo en el acto de inauguración encabezado por Cristina Kirchner. A la fecha se siguen derivando pacientes a Río Gallegos “por la incapacidad intrínseca de las posibilidades de resolución”, resumió Lemos. El sector de la salud, según los gremios, atraviesa una grave crisis desde 2004. Historias sobran como las de que las ambulancias, por falta de mantenimiento, no pueden llegar de una localidad a la otra.
A 60 kilómetros de Pico Truncado, se encuentra otra localidad petrolera emblemática y la segunda más poblada de Santa Cruz. Pese a su importancia política y económica -las regalías hidrocarburíferas representan entre un 25% y un 30% del presupuesto provincial-, es una de las ciudades más postergadas. Caleta Olivia lucha aún con un problema esencial: la falta de agua. Su población pasó el año pasado 28 días sin una gota. En ella siempre gobernó el FpV y falta agua crónicamente aunque sobraron promesas de campaña con actos de anuncios de megaobras encabezados por Cristina Kirchner y Daniel Scioli en busca de votos. El acueducto que viene de Comodoro Rivadavia los últimos años comenzó a romperse. El anterior gobernador, Daniel Peralta, construyó uno paralelo que enviaba menos cantidad. Con el paso del tiempo sufrió el mismo destino de roturas.
Agustín Castillo (41) vive hace 15 años en Caleta Olivia. Durante el último tiempo el deterioro en la prestación de un servicio tan esencial modificó la dinámica de su familia. Sin proponérselo, el uso racional del agua se convirtió en una doctrina. “Mis hijos saben que no pueden ni tocar una canilla porque se arma”, cuenta entre risas sin quitarle gravedad al problema. Por mes destina más de $ 3.500 en agua, “entre los camiones para cargar los tanques y los bidones”, enumera a Clarín.
El día a día tiene una ingeniería compleja: reutilizan el agua de la ducha para los inodoros y sus hijos la mayoría de las veces se bañan en la casa de su suegra. Cada tres días saben que el tanque principal se va a vaciar. “Para tener algo de verde rejuntamos agua cloacal y con un biodigestor la reutilizamos para regar. Los lavados de ropa son con programas cortos. Una vez compré a un camión que pasó y el agua estaba sucia, tiré la mitad, hay que tener mucho cuidado porque para algunos es un negocio”, dice Castillo.
En su barrio –inaugurado hace poco y sin agua–, los vecinos se organizaron y formaron una comisión. Un ingeniero hizo un proyecto para contar con una red de agua, las autoridades respondieron: “No hay plata y en caso de conseguirla, el problema es que no hay agua”. Fin de la discusión.
“Seguiremos haciendo colas para conseguirla, lo que más me indigna son tantos años de tirar dinero a los políticos y seguimos sin agua. Yo voté a Néstor en 2003 con la esperanza de que acá se terminen los problemas, después a Cristina. Pero en lugar de mejorar, empeoramos”, resumió Agustín. La ex Presidenta y Julio De Vido anunciaron un acueducto por $11.600 millones, pero está bajo evaluación porque se usará un lago binacional y no se consultó a Chile.
A 710 kilómetros al sur, se encuentra la capital provincial. Epicentro de movilizaciones, paros, reclamos o cortes de ruta. También la ciudad que más docentes concentra. Este año hubo colegios –como la Especial N° 14– que por una plaga de roedores quedó sin clases varias semanas. Los directivos explicaron que, desde principio de año, informaron al Consejo de Educación; los docentes denunciaron que no se desratizó. Al norte de la provincia, el Jardín 62 funcionó en un pelotero por problemas edilicios. Hace poco inauguraron un nuevo lugar.
Las historias de abandono se entrelazan de punta a punta de Santa Cruz con una sola respuesta constante del gobierno de Alicia Kirchner: “No hay fondos, la provincia está quebrada”. Durante los doce años del kirchnerismo, Santa Cruz siempre estuvo entre las provincias que más fondos recibieron de la Casa Rosada. La gente reclama que después de más de una década de permanente asistencia financiera, aún hay deudas en servicios básicos.
“Hoy bochornosamente la postal educativa santacruceña es la de escuelas superpobladas, dos y hasta tres de ellas compartiendo el mismo edificio. El día a día de miles de alumnos y docentes se resume a un ‘sin clases’ por falta de calefacción o de agua, por baños inutilizables, filtraciones en los techos y en las paredes. A esta grave situación hay que sumar la falta de limpieza. El servicio ha sido terciarizada y ante el incumplimiento en el pago, las empresas suspendieron su prestación”, detalló Pedro Cormak secretario general del gremio ADOSAC, que nuclea 9.500 docentes.
El gobierno de Alicia Kirchner mantiene una deuda -que viene de la gestión anterior- de cerca de $20 millones, en concepto de cuota sindical, “el gobierno kirchnerista se viene financiando con la retención ilegal de los fondos sindicales y la discrecionalidad en la utilización de los fondos públicos”, asegura Cormak. Este año, Santa Cruz perdió más de 83 días de clases por paros y falencias edilicias. El acuerdo paritario estuvo por debajo de la inflación, un docente inicial gana $ 15.000 contra una canasta que -según los gremios- ronda los $ 30.000.
Santa Cruz es gobernada por el FpV desde 1991, con un período de enfrentamiento con Daniel Peralta desde el 2011. La Casa Rosada, sin embargo, no dejó nunca de asistir a los municipios afines. Pero este año todos los intendentes vivieron lo mismo: paros extensos por no tener fondos para aumentos salariales. Los números están en rojo en la provincia donde hoy se refugian muchos kirchneristas: un déficit anual de $ 7.000 millones. La tierra que recibió, a través de Lázaro Báez $33.800 millones para rutas, sufre los inconvenientes viales por obras abandonadas o en malas condiciones. Y eso parece ser una metáfora de estos 12 años: muchos fondos que no se traslucen en soluciones para los vecinos y que nadie responde a dónde fueron.
Por: Lucía Salinas