La cita era secreta: lejos de las corbatas y expedientes, un racimo de jueces, secretarios judiciales y fiscales federales montaron en sus autos -algunos oficiales- para tomar el Acceso Oeste hasta una austera quinta en la calle Graham Bell al 2800, en Moreno. Allí los esperaban el legislador porteño Gustavo Vera y sus colaboraciones más cercanos. También unos oportunos y humeantes chorizos. Fue el domingo 6 de noviembre, hace dos semanas. ¿El motivo de la reunión? Según afirma Vera, “avanzar con el laudatismo judicial”. El diputado se refiere a la encíclica papal “ecológica” Laudato Si, alrededor de la cual también se armó una informal red de políticos exégetas.
La versión oficial dice que el asado buscó abrir un espacio tranquilo y lejos del vértigo de los tribunales de Comodoro Py para poder conversar y organizar un encuentro de jueces y secretarios de juzgados federales -sobre todo orientado a ellos- que se realizará el próximo 16 de diciembre en la Legislatura porteña, con la asistencia de monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, titular de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales y hombre de máxima confianza del Papa Francisco.
La agenda de esa jornada transitará los hits de la agenda que obsesiona a Vera desde su tarea en la cooperativa La Alameda: cómo efectivizar en forma práctica la cesión de maquinarias y bienes incautados a talleres de costura clandestinos y organizaciones narcotraficantes para su reutilización social, o cómo mejorar la respuesta judicial y estatal ante los desafíos del crimen organizado. Aunque el ministro de Justicia Germán Garavano no podría ir a la reunión, prometió un enviado de primera línea, tal como confirmó Clarín en en esa cartera.
Uniendo una subterránea línea de puntos, el asado secreto de Moreno y la jornada de diciembre en la Legislatura en verdad buscan continuar con el espíritu del encuentro de jueces contra el crimen organizado al que Casanello y otros magistrados asistieron en el Vaticano en junio, o al que mañana mismo tendrá a Daniel Rafecas, María Servini y Sergio Torres sentados frente al Papa en Roma.
Hasta ahí todo virtuoso, y perfumado por el sacro incienso vaticano. Pero la política y las urgencias de muchos jueces obligan a atravesar el espejo para mirar la otra cara de Jano. Y entonces veremos, por ejemplo, que entre los asistentes al retiro gastronómico de Moreno hubo una mayoría de magistrados con indisimulables simpatías kirchneristas, a quienes la caída de Cristina y su posterior desfile judicial dejó a la intemperie y bajo una intensa lluvia de recriminaciones sociales por su timidez para el coraje a la hora de acelerar con algunas causas contra la ex Presidenta y sus funcionarios, que ante el primer empujón causarían una avalancha. Su Santidad, que todo lo comprende y perdona, podría brindar ese sostén.
Junto con Vera, los principales organizadores del asado secreto fueron los jueces Casanello y Rafecas, cuyo vínculo está más estrecho que nunca. Ahora mismo, Rafecas dejó su juzgado a cargo de su colega antes de partir hacia el Vaticano. Casanello llegó a la quinta a bordo del Toyota Corolla de su secretario Sebastián “Laucha” Bringas, el puntero de La Cámpora en su juzgado, que estuvo a cargo de la causa de “La ruta del dinero K” durante los tres primeros años de existencia catatónica del expediente. A bordo del Renault Fluence provisto por la Corte, Rafecas llevó a secretario Adrián “Negro” Rivero.
También probaron el jugoso asado tres fiscales federales cercanos a Casanello, y mucho más a la procuradora Alejandra Gils Carbó: María Laura Roteta, sucesora de Carlos Gonella en la fiscalía antilavado Procelac, junto a su secretario Milton Casqui; Paloma Ochoa, bajo la lupa por su nombramiento a través del cuestionado concurso 102 que investiga el juez Luis Rodríguez; y Laura Mazaferri, fiscal de Mar del Plata denunciada por obstruir la investigación de los piedrazos al presidente Macri en esa ciudad, y activa espada de la agrupación K Justicia Legítima.
Según supo Clarín de parte de uno de los comensales, en el encuentro se habló bastante del espía Antonio “Jaime” Stiuso, a quien casi todos los presentes señalan como cerebro de sus desgracias. Y puede que algo de razón tengan. Aunque más difícil será para algunos escudarse en Stiuso para explicar tanta camaradería -¿promiscuidad?- entre funcionarios judiciales que en algunos casos deben investigarse entre sí: Rafecas y la fiscal Ochoa tienen la causa contra el camarista de Casación Juan Carlos Gemignani por la detención de una secretaria de ese tribunal. No es todo: a ellos dos también les toca esclarecer supuestos aprietes denunciados por Lázaro Báez. ¿Por parte de quien? Del juez Sebastián Casanello.
Por: Claudio Savoia