Rarezas sexuales masculinas

Tienen “sexo” con muñecas, consumen revistas porno, se autoestimulan aunque estén en pareja, sienten atracción por las travestis… ¿Qué le pasa a los hombres? Un análisis de los hábitos y fetiches que más inquietan a la platea femenina.

Si en materia amorosa las mujeres quieren saber qué pasa por la cabeza de los hombres, ni hablar cuando pretenden entender las fantasías o prácticas sexuales más cercanas al universo masculino que al femenino. Es posible que las respuestas típicas calmen inquietudes: “ellos son más sexuales”, “la testosterona les da el impulso que a nosotras nos falta”, “tienen más labia y menos vergüenza que nosotras”, etc. Todas estas explicaciones tienen algo de verdad y algo de mito.

No es bueno que el hombre esté solo

Los hombres están aprendiendo, a fuerza de liberarse del peso de la virilidad como patrón de género (vigor, pene erecto, ser proveedores, jactancia con el grupo de pares, etc.), a estar más relajados y a compartir las responsabilidades sexuales. Sin embargo, existen hombres anclados en la satisfacción autoerótica, buscadores de estímulos para satisfacer sus deseos más profundos y, por lo tanto, más personales.

En algunos casos son fantasías que necesitan imperiosamente ser puestas en palabras. Otras veces son objetos: películas porno, juguetes sexuales, disfraces, vestirse con ropa interior del sexo opuesto, o bien, entrar en calor previamente con contactos virtuales. En todos estos casos se pierde la función de incentivar el placer mutuo. La característica fundamental es la unión del sujeto al objeto estimulante, lo cual impide una conexión más intensa y real con la persona amada.

A las parejas de estos varones les resulta difícil entender el por qué de estas conductas solitarias o por qué, durante la relación sexual, es imprescindible que esté presente el objeto en cuestión. Pareciera que sin este objeto de placer el hombre no podría alcanzar niveles altos de excitación. Las parejas se preguntan, reclaman, se reprochan, se angustian. No saben cómo llegar a excitarlos y comienzan a competir con el objeto.

Los hombres son más propensos a unirse a fetiches como complemento para llegar al placer más intenso. El uso de un objeto inanimado para incentivar el placer no significa que la persona padezca un trastorno. Muchas parejas usan recursos “fetichistas” por la connotación erótica que estos tienen. El uso dentro de un marco de acuerdo, entre personas adultas, es una práctica que enriquece el encuentro.

En sexología se habla de un trastorno sexual cuando esta conducta se manifiesta como un impulso irrefrenable a usar el fetiche sin consideración del otro, es decir, cuando el comportamiento autoerótico es el protagonista exclusivo.

Hombres travestidos, hombres que desean travestis

La sexualidad es tan amplia y diversa que limitarla a unas pocas opciones (aprobadas por la sociedad) es quitarle la riqueza que en su esencia tiene. En esta variedad existen hombres que gustan vestirse de mujer, no por excitación sexual sino por el gusto y por el placer de rozar lo femenino (¿es tan categórico el límite?)

El cross-dresser se define como un hombre (hetero, homo, bisexual) al cual le gusta “montarse” sobre tacos, vestirse y maquillarse. Es una práctica extendida en Europa con seguidores en Argentina. En algunos casos sus parejas mujeres lo aprueban y acompañan a sus maridos travestidos a comprar la ropa, así como a eventos de cross.

Diferente es un hombre que desea estar o desarrollar un proyecto de pareja con una travesti. Estos varones no tienen que salir del closet de la homosexualidad porque no lo son. La orientación es heterosexual: quieren estar con una mujer transgénero, no con un varón en el sentido biológico y de género. Tienen que salir del closet que impone la normativa heterosexual y de las dificultades sociales para aceptar este tipo de relación.

Los varones que desean a las travestis mantienen en secreto su disposición y deciden estar en pareja con mujeres que los complacen parcialmente. Ellos saben que el máximo placer sexual lo consiguen con una mujer transgénero, y son pocos los que sea animan a pensar más allá del sexo.

En las parejas de estos varones hay un saber que no se atreven a revelar. Es frecuente que ellas los descubran mirando sitios web sobre travestis. También las fantasías, puestas en palabras durante las relaciones sexuales, corren la cortina a deseos que ya no se pueden ocultar. Sin embargo, las mujeres que descubren la orientación de sus hombres se sienten incapaces de provocar un cambio que las convierta en sujeto exclusivo de amor.

A pesar de los avances sociales y culturales en estos temas (difusión de otras formas de amar, matrimonio igualitario, ley de identidad de género), pasará mucho tiempo para que las personas puedan sentirse libres y orientar su deseo adulto más allá del sexo y de las reglas de la normatividad social.

Por el doctor Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo.