1) AL RITMO DE LA CIUDAD
Dicen que si a un jubilado quiteño se le pregunta cuál es su agenda del día, dirá “la banca y el Comercio”. Su plan es sentarse en los bancos de su querido parque y leer el periódico local. Está claro que toda visita a Quito debe entonces comenzar por la Plaza de la Independencia- más conocida como Plaza Grande -en pleno casco histórico. Allí podrá palpar el ritmo de la ciudad y la vida quiteña como en ningún otro rincón. Verá una generación tan antigua como impecable mirando el día pasar-formalísimos personajes que son perdición de fotógrafos-, pulcros estudiantes en “salida pedagógica” aprendiendo acerca de su ciudad, hábiles lustrabotas, vendedores ambulantes de todo tipo que ofrecen ponche, chupetines, filtros de género de café, chalinas, espumilla, fruta en bolsas de polietileno. Todo, al grito de “un dólar” o “dos dólares”. En un lugar de reunión tan latino, resulta extraño escuchar que el dólar es la moneda local.
También pueden tocar manifestantes y policía en segway, o alguna fiesta local. Si están por allí un lunes a la mañana, acérquese a las once para el cambio de guardia (un pequeño Buckingham) , pues la Casa de Gobierno está en uno de los flancos de la plaza. En los otros, el Palacio Arzobispal transformado en galería comercial, la Catedral con su colección de arte de la Escuela Quiteña y los locales debajo de su petril, el Palacio Municipal y el Hotel Plaza Grande, un antiguo ejemplo de arquitectura colonial. A dos minutos a pie de la plaza en un edificio histórico restaurado, el hotel Patio Andaluz es una excelente opción para hacer base al recorrer la ciudad. En su atractivo patio interno cubierto por domo transparente funciona el restaurante Rincón de Cantuña, donde también se desayuna.
2) VIEJOS TIEMPOS EN SAN MARCOS
En San Marcos hay una puerta que es mágica. Está sobre la calle Junín, la principal arteria que entra al barrio, en el número E3-17. Vista desde la vereda de enfrente, pareceria que da a la nada, pero una vez allí es posible apreciar, desde lo alto, una de la ciudad. El encargado de abrir es José Barrera, que tiene su taller de artesanía artística en madera casi pegado. Los locales lo usan como atajo al pasar de una calle a la otra que está más abajo unida por una escalera.
En este antiguo barrio de casas coloridas, calles adoquinadas y poco movimiento, uno de los más viejos de la ciudad, hay talleres de artistas y centros culturales. En su estrecho taller, José Barrera trabaja pequeñas piezas únicas con la técnica de la taracea: incrusta fragmentos de distintos materiales – madera, carey, huesos tallados, hilos de plata, tagua o marfil vegetal, madre perla- en cajitas y portarretratos. La paciencia, que es “lo que hemos perdido en estos tiempos”, es su más preciado don.
Otra curiosidad aguarda en el OE 1-33 de la calle Junín: la casa con frente más chico de 1,57 metros de ancho. De tan angosta, se hace difícil de ver. Un poco más allá el Monasterio de Santa Catalina alberga en una esquina el café Dios no Muere, de techos bajos y cierto aire medieval, donde se puede almorzar unos “sanduches” en el sitio justo donde (dicen) se escondió el cuerpo de Gabriel García Moreno, ex presidente de la República, luego de su asesinato.
3) MUSEO LA CASA DEL ALABADO
En una casona del siglo XVII se exhiben unas 500 piezas de arte precolombino de uso ceremonial y cotidiano. Las mismas están agrupadas conceptualmente y no en orden cronológico, con el principal objetivo de transmitir la cosmovisión andina de las culturas que habitaron el Ecuador desde el 4000 a.C. En el recorrido por sus modernas galerías temáticas se comprende la vinculación de los objetos con el mundo espiritual y ancestral. Muchas de las piezas que hoy están detrás de vitrinas y los rituales que con ellas se realizaban, promovieron la comunicación entre los mundos paralelos que, según los indígenas, estructuran el cosmos y mantienen el flujo de la energía vital, el equilibrio de la naturaleza, y la continuidad de la vida. Pida la audio guía, es súper esclarecedora, así como también las pantallas interactivas y la disposición entera de este museo privado.
4) ROSAS DE EXPORTACIÓN
En Quito, los lobbies de los hoteles y restaurantes lucen floreros de dimensiones descomunales. Las rosas ecuatorianas se venden caras en países como Estados Unidos, Rusia, los Países Bajos, Canadá, Italia, Ucrania y España pero en el mercado interno, donde quedan las consideradas imperfectas, la docena se consigue a tres dólares. Son tan lindas que se tiene la tentación constante de tocarlas para comprobar si son reales.
De las 63 variedades de rosas que cultivan en la florícola Nevado Roses (a una hora y media de la ciudad) sólo tres tienen aroma. Son de todos los colores -algunas incluso están teñidas de varios-, de tallos rectos, capullos para la foto y de una belleza excepcional.
En el área de pos cosecha, inmediatamente después de hidratarlas, un grupo de mujeres se reparte las tareas como clasificadoras y bonchadoras. Las primeras dividen las flores según el largo de sus tallos y el aspecto del botón (capullo cerrado); las otras arman los bonches (del inglés bunch, ramo) en paquetes bien compactos de 12, 20 o 25 flores, protegidas con cartón microcorrugado. Igualados los tallos y controlada la calidad, las rosas se colocan en gavetas y se etiquetan con el nombre de la variedad, la medida y número de tallos, entre otros datos. A baja temperatura son luego almacenadas y enviadas a destino.
Cien mil tallos es la producción diaria de Nevado Roses, con algunas variedades que no tiene ninguna otra florícola. En todo el proceso intervienen unas 500 personas. Algunas están en las camas, donde se siembra la planta en invernaderos; otras, en la cosecha, con guantes, tijeras y grandes bolsos atados a la cintura en los que guardan los útiles de trabajo. “Con cuatro o cinco pétalos abiertos están listas para cortar”, nos explican. Las rosas cotizan según su variedad y la longitud de su tallo, a tal punto que en Rusia las piden de hasta dos metros. “Como en la línea ecuatorial los rayos caen perpendiculares, los tallos crecen bien rectos, y eso se valora”, dicen. En cuanto al color, las que más salida tienen son, por supuesto, las rojas.
5) LA VIRGEN DEL MIRADOR
Parece un ángel pero no lo es. Porque también lleva corona y una serpiente a sus pies. Es la Virgen del Panecillo, réplica gigante de la Virgen de Quito, la virgen alada danzante concebida por Bernardo Lagarda en el siglo XVII. Esta versión futurista que domina la ciudad desde un pedestal en el cerro el Panecillo, tiene 45 metros de altura y está recubierta por siete mil placas de aluminio cuyo ensamblaje en 1975 fue una odisea. Desde allí se obtiene una vista privilegiada del casco histórico de Quito, declarado por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad. Resérvese una mesa a la ventana en el Restaurante Pims de comida ecuatoriana, a los pies de la virgen. Si es al atardecer, mucho mejor.
6) CACAO FINO DE AROMA
Así como se requiere de las mejores uvas para hacer el mejor vino, se necesita un excelente cacao para hacer buen chocolate. Por eso, una buena materia prima es clave a la hora de fabricar un producto de exportación: del Ecuador, el cacao fino de aroma es la variedad que buscan los grandes chocolateros del mundo.
República del Cacao y Pacarí son las dos marcas más visibles. Aunque se venden por todas partes, dese una vuelta por la Ecuador Galería Gourmet, abierto en agosto sobre la calle Venezuela, para conocer todo desde la recolección de la pepa hasta la producción de la barra. Además de Pacarí, allí se comercializa café Galletti y es salón de té. Puede degustar variedades orgánicas aromatizadas con ingredientes de la región como guayaba, pétalos de rosa, sal de los andes, mortiño, chile, maracuyá o hierba luisa, el semi amargo preferido por la conductora de televisión norteamericana Oprah Winfrey. República del Cacao tiene también su buen showroom: el de La Mariscal, frente a la plaza. Además de probar, de tan exóticas las combinaciones dan ganas de comprase todo.
7) CLAUSTRO DE AMÉRICA
De elegir una sola iglesia para visitar, quédese con la Compañía. Si quisiera conocer sólo dos, agregue La Basílica del Voto Nacional. Como Quito está repleta de iglesias – a la calle García Moreno se la conoce por ejemplo como la calle de las Siete Cruces, pues son siete las iglesias que la flanquean-, no se puede ver todas.
La quinta de las siete cruces es la espectacular Iglesia de la Compañía de Jesús, de 1613 y estilo barroco, cuya portada exterior fue labrada en piedra volcánica con referencias a la historia de la orden jesuítica, y su interior totalmente cubierto por láminas de oro talladas. Tras una restauración de diez años y 5 millones de dólares para lograr que el pan de oro laminado del grosor de una membrana de huevo quedara intacto, es casi imposible conseguir autorización para sacar fotos sin aviso previo y motivo justo. La iglesia es una impresionante explosión dorada por donde se la mire: un práctico espejo circular y móvil cerca del altar permite observar los detalles durante el largo rato que se merece una de las más famosas iglesias de América, sin sacrificar el cuello.
En la neogótica Basílica del Voto Nacional llaman la atención el reemplazo de las clásicas górgolas por reptiles y anfibios típicos de la fauna ecuatoriana. Aquí, los monstruos se convierten en tortugas, cóndores, caimanes y pumas, que desde las torres de la iglesia- a las que se puede subir y luego caminar por un tablón sobre la cúpula- se ven bien de cerca. También se aprecian desde allí los enormes rosetones con representaciones de la flora endémica del Ecuador y una increíble vista del Panecillo y la ciudad.
8) ESPACIO DE RECOGIMIENTO
Miedo, protesta, ira, sufrimiento, víctimas, angustia, lucha, condenados, discriminación, pobreza, luto e ideales. La crueldad del hombre al hombre está reflejada en la colección de arte que alberga en la loma de Bellavista un edificio macizo de 3600 m2 con un cono de bronce en la cima: es el Museo Capilla del Hombre, donde el artista ecuatoriano por excelencia Oswaldo Guayasamin buscó rendir homenaje al ser humano. Con el arte expresionista e intimidante de Guayasamin se inicia un recorrido al interior del hombre, a sus desdichas, a los horrores de la guerra, a la miseria, a la muerte y a la vida. En su casa taller -donde vivió sus últimos 20 años-, permanecen intactos sus objetos personales y los espacios en los que transcurría su día a día, incluido su taller de artista y una colección significativa de arte precolombino.
9) MEDICINA ALTERNATIVA EN EL MERCADO
La calle Rocafuerte avanza cuesta arriba hacia el oeste hasta alcanzar el mercado de San Francisco, que ahora está bajo techo y antes reunía 250 puestos en la plaza frente al convento de Santa Clara. En el patio de comidas se desayuna y almuerza típico: tortilla, caldo de patas, mote, choclo con habas y queso, seco de pollo o ceviche de camarón. También jugos naturales de todas las frutas y combinaciones imaginables, como el de naranjilla, tomate de árbol, mora y alfalfa que prepara Giovanna Cisneros en su local. Pero lo más curioso del mercado es la oferta de “limpias” en el sector de medicina ancestral. “Te piden que te quedes en sostén y te frotan con todo tipo de hierbas para eliminar las malas energías”, cuenta Giovanna, que dice haber estado enferma seis meses hasta que una amiga le sugirió hacerse limpiar. “Te quitas un peso de encima”, asegura. De “espanto” se cura a niños y a adultos, anuncian los carteles. “A los niñitos cuando tienen diarrea, fiebre y vómitos, a los grandes cuando se van secando y no pueden dormir, no comen y sólo beben”, explica una curandera desde atrás de una cortina. En vitrinas ofrece también jabones contra el hechizo, el jabón conquistador, el llama cliente, el del estudiante, pulseras de la suerte… Universo entero en que más vale creer o reventar.
10) LA RONDA RECUPERADA
Manuel Silva aprendió de su padre el oficio de la hojalatería, y con sus 85 años fabrica artesanalmente todos los días pequeñas cocinitas, ollas, regaderas y porta sahumerios, entre otros objetos. La condición es que sean pequeños y hechos manualmente. El señor es uno de los tantos artesanos cuyo arte y oficio se descubre en La Ronda, el barrio tradicional quiteño que pasó del abandono total a la restauración integral en 2005, y se convirtió en sitio de interés para locales y visitantes. La calle empedrada es patrimonial, y en las casas coloniales de dos plantas con patios y flores, hay negocios de recuperación de juegos tradicionales como yo-yos, trompos, baleros y muñecos de madera, orfebrería, sombrerería y arte tigua, entre otros. Los fines de semana hay buena música y movimiento en sus bares y restaurantes.