El temor irracional y exagerado al órgano sexual masculino tiene un nombre: falofobia. La persona que lo padece se siente muy incómoda no ya con la visión, sino a veces con la mera mención o la imagen de un pene.
Como cualquier otra fobia, su origen no tiene por qué ser traumático. En contra de lo que se cree, la mayoría de estos miedos se desarrollan de forma paulatina. No existe casi nunca un episodio definitivo desencadenante. Más bien, se va introduciendo el temor a partir de un doble mecanismo. Primero, la persona se siente desasosegada ante la visión o mención del miembro viril. Después, va evitando las situaciones que la llevan a tener contacto con el falo (por ejemplo: inhibe por completo su vida sexual), y eso le hace ir adquiriendo cada vez más temor al pene.
En realidad, esta fobia es mucho más común de lo que creemos. Lo que ocurre es que se esconde por vergüenza o, en ocasiones, porque la persona afectada no es consciente de tenerla. Pero expertos como la psicóloga y sexóloga Helen Kaplan (1929-1995) calcularon que un 1 % de mujeres la han padecido en algún momento. Muchas personas que creen tener falta de deseo sexual sufren falofobia. Existe un síndrome descrito en el sudeste de Asia que podríamos considerar una manifestación cultural de miedo fálico. Es el koro, un delirio que hace que los afectados crean que su miembro viril se está encogiendo y que acabarán muriendo por culpa de este retraimiento.