Más de tres millones de personas en Argentina desconocen su verdadera identidad: han sido entregados al nacer, robados, vendidos y la mayoría se enteró de adulto, según distintas organizaciones que se dedican al tema. Los grupos se mueven por las redes sociales, se pasan datos, fotos, videos. De todas maneras, muchos de los que buscan sus raíces se encuentran con escollos que ningún adelanto tecnológico puede resolver: cuando fueron entregados no quedaron registros, sus partidas de nacimiento son apócrifas, hay sanatorios que desaparecieron, los obstetras y las parteras han muerto y sus padres adoptivos también o prefieren seguir guardando silencio. La búsqueda se vuelve un laberinto de obstáculos repleto de secretos familiares.
En Facebook hay varios grupos: Raíz Natal, ¿Quiénes somos? Búsqueda Verdades Infinitas, Herman@s y Madres del Alma, Completando mi historia. Este último lo hace Patricia Margaría. Al escribirle y preguntarle si conoce personas que se hayan enterado de grandes que sus padres no eran los biológicos, dice que va a poner la consulta en su muro, y lo que ocurre es sorprendente. En un rato los mensajes se despliegan en su página, y cuentan, como Juan Carlos Iturbide: “A mis 30 años me enteré, ahora vivo en Chaco y se me dificulta la búsqueda”. Sigue Claudia: “A los 26 y me lo confirmaron 20 años después. Pocos datos y sin un lugar para comenzar la búsqueda. Ya todos murieron y los que quedan niegan o no saben nada”; Marisa: “Hace tres años, tenía 54…lo que suponía hace muchos años atrás…”; Gabriela: “Yo me enteré a los 28 años, 2 meses después de que falleció mi mamá de corazón”; Guillermina: “Me enteré a los 40 años, aunque lo presentí siempre”; Alejandra: “A los 32 años, destruyó mi vida”; Alicia: “A mis 49, pero siempre lo intuí”; María Inés: “A los 39 y con mi papá muerto ya”; Johnny: “Yo me enteré por una tercera persona y por teléfono a los 25 años, en 1985”, Andrea: “Yo me enteré a los 25 por una vecina, cuando estaba embarazada de mi primer hijo… mi mamá de crianza me gritaba siempre que era estúpida…, que no tenía que tener hijos sino cuidarla a ella, yo salí llorando al patio, y mi vecina me contó que yo no era hija de ella…”; Susana: “Me enteré a los 56 años, voy a cumplir 61, pasé por ataques de pánico, cuatro años de terapia, recién ahora lo puedo hablar y continuar con la búsqueda, tal vez ya no encuentre nada”.
“En mi página hay gente que busca que ha nacido entre 1945 y 1995. “Un 70% se entera de adulto que sus padres no eran los biológicos, no como yo, que me enteré de chica. Pero muchos dicen que ya lo intuían”, afirma Patricia.
Julieta Terrile, de Raíz Natal, acuerda con este 70%. La ONG nació en 2002 y en estos 15 años han pasado por ella unas diez mil personas. “La mayoría todavía no sabe su identidad porque fueron adoptados ilegalmente. Antes en Argentina no existía el derecho a la identidad, y para la sociedad era un tema tabú”.
¿Quiénes somos? también es de 2002. “Miles y miles de personas se han comunicado con nosotros”, asegura María Rosa Pallone. “Parecería que en todas las familias hubo un caso o al menos alguien conoce alguno”, dice. Ella se enteró a los 52, con un análisis de sangre. A sus setenta y pico todavía sigue con la duda: “No importa que estén muertos, es saber quiénes eran”. Ella sabe que nació en el hospital Fernández, pero asegura que no hay acceso a los archivos de los hospitales públicos y privados de la ciudad. También dice que antes los apoyaba el Defensor del Pueblo de la Nación, pero el puesto está vacante desde 2009.
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En Argentina existe el banco de datos genéticos de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) y tiene que ver con los robos de bebés de la última dictadura militar. Es decir, quienes nacieron entre 1976 y 1983 pueden acercarse a Abuelas de Plaza de Mayo para comparar su ADN con la base de familiares que buscan a sus parientes apropiados. Pero quienes están fuera de ese período no tienen de dónde aferrarse.
Claudio Avruj aseguró: “Desde la Secretaría de Derechos Humanos queremos ampliar el concepto del derecho a la identidad a todas estas personas, mamás, hermanos, hijos y familias que buscan hace años completar su historia y sus afectos. Para eso, estamos comenzando a elaborar un proyecto para ampliar las competencias de la CONADI para que incluya en sus investigaciones los casos que no tienen que ver con delitos de lesa humanidad”. Pero todavía no pasó nada. La Secretaria de Niñez, Adolescencia y Familia tiene el Programa Derecho a la identidad y Búsqueda de Orígenes, abierto a quienes busquen información de sus orígenes o de familiares. Mientras tanto, muchos también se están haciendo la prueba en FamilyTree, un banco genético del exterior, privado, que cobra en dólares..
Andrea De Nardo tenía 28 años, estaba embarazada y había viajado junto a su mamá a Mar del Plata para mostrarles la panza a sus tías. Era frecuente que durmiera la siesta y eso creían sus tías y su madre cuando se pusieron a hablar: “Está embarazada… se lo tenés que decir… es hora de que lo sepa…”. Más tarde Andrea enfrentó a su madre en pleno paseo por la Peatonal, le pidió más datos, pero la madre negó todo. Andrea nació el 26 de junio de 1976, por eso comprobó su ADN con el banco de datos genéticos del Durán, pero dio negativo. Inició una causa por supresión de identidad en Mar del Plata y una prima de ella declaró que vio a su tío cuando la entregaba. En principio su madre habría sido la hija de la empleada doméstica de una familia adinerada de Mar del Plata. Su padre murió, su madre no quiere abrir la boca, y ya no se hablan. “Ella se enojó conmigo, me dijo que era una desagradecida”, cuenta Andrea, que hoy vive junto a su marido y sus dos hijos de 7 y 13 años en La Plata.
Claudio Skliar tiene 62 años, un hijo, una nieta, es ingeniero. Una vez, de chiquito, notó algo casi imperceptible: a su mamá le preguntaron en el colegio si él había nacido por parto natural o por cesárea y ella se puso nerviosa. Eran de Rosario, pero a los 10 años la familia se mudó a Buenos Aires. Recién a los 50 alguien se le acercó y le contó. Entonces llamó por teléfono a los primos, los tíos, todos sabían, todos. Llamó a su padre: ‘¿quién fue la hija de puta que te lo contó?’, le gritó, y nunca más habló del tema, ahora murió. Su madre ya había muerto. El recorrido de Claudio fue infructuoso: la clínica donde nació cerró, la partera y el médico murieron. Alguien le contó una historia: que su mamá era una chica pobre del interior a la que llevaron a Rosario a tener a su bebé para después entregarlo. “Me robaron mi historia biológica. Mis padres eran judíos, yo no sé si lo soy”, dice. Pero esto le sirvió para empezar de nuevo, se divorció, cambió de trabajo, funcionó como una liberación.
¿Por qué no quiso cuidarme, abrazarme? ¿Acaso era muy joven, tal vez una niña que no podía ser mamá? ¿Era rica o pobre? ¿Fue suya la decisión? ¿Dónde está ahora? Antes de enterarme de que era adoptado, en esa sobremesa regada de lágrimas en un abrazo eterno con mis padres, ya lo presentía. Lo supe de chiquito; cuando me miraba al espejo, notaba diferencias con ellos en ese ambiente lleno de amor. Hugo y María fueron mis padres y me quisieron antes de conocerme. Me dijeron que me ocultaron mi situación por amor. Lo presentí y por eso me escapaba sin motivo: a los 15 me fui a Brasil y luego experimenté otro tipo de “viajes” con diversas sustancias. Viajes por cielos e infiernos buscando respuestas inútiles. Lo comprendí al ser padre a los 20 años y cuando decidí ser periodista mientras investigaba un hogar de tránsito en el que se vendían chicos. Tal vez el abandono genera una fuerza extra. Una energía que nos lleva a rascar la superficie esperando encontrar un doble fondo. La búsqueda desesperada que yo canalicé narrando historias de otros. En mi libro “Quién soy” indago sobre eso. Al terminar de escribirlo y luego de la nota para Mundos Íntimos de Clarín me surgió un nuevo dato: fui entregado en una parada de colectivos frente al hospital Carrillo. Antes, la partera había confeccionado la partida de nacimiento que ocultó mi identidad. Entonces me surge la duda ¿quién soy?
Por: Mariana Iglesias