Que no falte el pan en la mesa, repetían los abuelos. “Vamos a asegurar el pan en la mesa de los argentinos”, prometen los políticos. Lo cierto es que el pan siempre está metido en las frases más criollas. Habrá que aclarar si es de molde o de panadería.
Cada argentino consume por año 1,1 kilogramos de pan de molde, lejos, muy lejos, de lo que sucede en otros países del mundo. Los datos de Kantar Worldpanel dan cuenta que el consumo en el país es menor que en Chile, donde cada habitante compra 1,8 kilogramos de pan de molde por año, pero casi el doble que Perú, país en el que el indicador está en 0,6 kilogramos.
En la Argentina, el pan de molde no se toma como producto de primera necesidad. De ahí que la pelea con el tradicional sea tan desigual. Según datos de Alimentos Argentinos en base a la Federación Argentina de Industriales Panaderos, alrededor de 94% del pan que se consume en el país se elabora en comercios tradicionales, mientras que apenas el 6% restante es el llamado pan industrial. En España, por caso, este tipo de panificaciones representa poco más del 10% del total.
El pan de molde blanco es el preferido de los argentinos y representa alrededor de 40% de las ventas. Luego, las variedades con fibras, entre las que se destaca el salvado, le siguen en importancia.
“En términos de posicionamiento estratégico y tendencia en el país, las grandes industrias de panificados están centrando su atención en el contenido funcional y nutricional de sus productos. Por ejemplo han comenzado a incluir en sus líneas de panes ingredientes funcionales como los ácidos grasos omega 3, 6 y 9, además de indicar en el etiquetado que los productos contienen 0% grasas trans y 0% de colesterol”, dice el trabajo de Alimentos Argentinos, un organismo oficial que estudia la cadena alimentaria.