Hace poco tiempo que sabemos que existen otras galaxias además de la nuestra. Durante el llamado Gran Debate de 1920, los astrónomos Harlow Shapley y Heber Curtis aún estaban intentando decidir si las nubes difusas que se veían a través de los telescopios eran simples nubes de gas dentro de nuestra propia galaxia u otras galaxias como la nuestra.
Y al final resultó que, efectivamente, esos objetos eran otras galaxias separadas de nosotros por distancias inimaginables. Este descubrimiento nos hizo darnos cuenta por primera vez de lo endiabladamente grande que el universo: a día de hoy se estima que existen entre 100.000 y 200.000 millones de galaxias en el universo observable que, juntas, suman un total de unos 70 trillones de estrellas. Eso es un 70 seguido de 21 ceros.
Existen varios tipos de galaxia. La imagen más estereotípica es la de la galaxia espiral, como la Vía Láctea o Andrómeda, porque suelen más llamativas y, además, son las más abundantes, ya que representan el 72% de las galaxias cercanas a nosotros. Las galaxias irregulares, sin ninguna forma en concreto, suponen un 10% de las galaxias cercanas, mientras que las lenticulares y las elípticas rellenan el 15% y el 3% restantes, respectivamente.
Pero hay una variedad de galaxia que, por su escasez, es mucho menos conocida: las galaxias anillo. El nombre de estas galaxias viene de su forma: un núcleo poco vistoso o casi inexistente rodeado por un anillo de estrellas jóvenes, separado por un espacio vacío.
Aun no se sabe con certeza cómo se forman estas curiosas estructuras. Hay quien sugiere que se trata del resultado de la interacción gravitatoria entre una galaxia grande y una más pequeña después de que ambas choquen, mientras que otros creen que el núcleo central podría haber robado el material que forma el disco de alguna otra galaxia que pasó demasiado cerca.