Los asiáticos recomendaban hace miles de años el consumo de brotes y germinados para vivir 100 años con una buena calidad de vida y libre de enfermedades. Ahora, con el auge de la alimentación consciente, estos ingredientes tienen una nueva reivindicación.
La ventaja es que son alimentos abundantes en energía vital y con una proporción importante de enzimas, aminoácidos, vitaminas, minerales y oligoelementos.
Más beneficios:
– Favorecen los procesos de desintoxicación, depuración y eliminación de toxinas almacenados en los tejidos o en la sangre.
– Los germinados, especialmente de legumbres, proporcionan al organismo los ocho aminoácidos esenciales.
– Fortalecen el sistema inmune y el sistema nervioso.
– Alcalinizan la sangre.
– Son antioxidantes, combaten la acción de los radicales libres previniendo el envejecimiento prematuro.
– Facilitan la digestión, activan los procesos de regeneración y desinflamación del aparato digestivo.
– Mejoran el funcionamiento intestinal, alivian el estreñimiento, fortalecen el intestino y la flora intestinal.
– Cuando se trata de semillas con más clorofila -como las de trigo y las de alfalfa- se activa el metabolismo celular, suben las defensas y la capacidad regeneradora de las células, entre más bondades.
El secreto es que al germinar una semilla, ésta entra en el contacto con el agua. Así, despierta toda su capacidad de vida, sus enzimas se multiplican y sus nutrientes se potencian, como parte de su proceso para convertirse en una planta. Al ingerirlos, el cuerpo recibe estas propiedades de alta frecuencia vibratoria y que no tienen tanta fuerza en los cereales o legumbres como son consumidos habitualmente.
Hay que tener en cuenta que el cuerpo no necesita únicamente hidratos de carbono, proteínas, grasas, vitaminas y minerales. También requiere de energía vital y enzimas, que se obtienen de los alimentos frescos, sin cocción.
Esta es la base de la alimentación cruda o rawfood promovida mundialmente por el doctor Gabriel Cousens.
En contrapartida, con la consolidación de la alimentación industrial, la mayoría de nosotros le “entregamos” el poder de nuestra alimentación a las empresas. Los productos procesados, empaquetados, congelados, con poca calidad de materia prima, en su mayoría a base de soja y maíz transgénicos y que pueden permanecer años en la alacena son la base de nuestra alimentación.
Otra de las opciones consumidas habitualmente son las verduras cosechadas antes de término, sin respetar el tiempo de maduración en la planta y depositadas meses en cámaras con atmósfera controlada.
Cualquiera de estas versiones comparten la cualidad de ser alimentos con muy poca energía vital y llenos de sustancias químicas. Como respuesta, el cuerpo enferma. Y justamente los brotes y germinados están en el polo opuesto.
Armar la propia fábrica de alimentos
¿Cómo obtenerlos? Se pueden comprar en dietéticas y en algunas verdulerías o germinarlos en el hogar.
La mayoría de las semillas, cereales y legumbres germina.
Las más usadas son lentejas, garbanzos, arroz, mijo, quinoa, cebada, avena, fenoreco, alfalfa, chia, girasol.
Estos son los pasos para prepararlos
– Colocar las semillas en un frasco grande de vidrio.
– Remojarlas en agua potable mínimo horas. Este proceso de activación elimina antinutrientes y las prepara para germinar.
Tirar el agua de remojo.
– En la boca del frasco, colocar un tul o una malla fina sostenida por una banda elástica.
– Para enjuagar, colocar abundante agua en el interior y escurrir con el frasco invertido a 45°. Este paso debe repetirse dos veces al día en invierno y 3 veces, en verano.
– Luego del enjuague, se deja el frasco boca abajo, en posición invertida inclinada (permitiendo que escurra bien el agua y que circule aire). Durante las primeras 24 horas el frasco debe estar en oscuridad total y en un ambiente templado, de aproximadamente 20°. Luego, colocarlo con luz solar indirecta, para que la clorofila se fije bien. Otro consejo: mantener las semillas húmedas y bien oxigenadas, de lo contrario, podría crear hongos el exceso de agua y moho la falta de aire.
– Cuando los brotes lleguen a los dos o tres centímetros de largo, exponerlos a la luz solar indirecta por espacio de unas dos horas. Esto favorecerá el aumento de la vitamina C y que tome un sabor más agradable.
– En 5 o 6 días, dependiendo la variedad de semillas que se haya usado, estarán los brotes listos para consumir. Antes de consumirlos es necesario enjuagarlos bien y guardar en heladera. Una forma es en tupper o contenedor hermético, con papel absorbente en la base y tienen una vida útil aproximada de seis días.
Para incorporarlos en ensaladas, licuados, rolls, sándwich y sopas (sin cocción, para mantener sus propiedades) y aprovechar sus múltiples beneficios.
Por Rocío Runca, licenciada en nutrición y especialista en alimentación natural.