Los números son elocuentes: en 2014 hubo 200 mil adolescentes de entre 15 y 19 años se infectaron con VIH en el mundo. Equivale a 26 casos por hora, que se sumaron a los cerca de 2 millones de personas de entre 10 y 19 años que viven con esa enfermedad. Es la primera causa de muerte en África en esa franja etaria, pero no abarca únicamente a países subdesarrollados: en Estados Unidos, los casos en jóvenes de 13 y 24 años representaron más de 1 de cada 5 de los diagnósticos nuevos. Y a fines de 2012, el 44% de las personas de 18 a 24 años con VIH no lo sabían.
En ese sentido, Latinoamérica es una de las regiones del mundo con mayor número de infectados. En la Argentina hay 126 mil personas que viven con VIH, según el Boletín de Sida y enfermedades de transmisión sexual (ETS) del Ministerio de Salud de la Nación, publicado en diciembre de 2015. De ese total, el 30% desconoce su diagnóstico. La principal vía de contagio, sin importar el género, es la sexual. Cuando se comparan los casos en los períodos 2004-2005 y 2013-2014, el dato destacado es el aumento de personas con el virus en la franja etaria de 15 a 24 años, observándose en los de entre 15 y 19 que el crecimiento es mayor en las mujeres, la única franja de todo el espectro en la que superan a los hombres.
Para entender ese y otros problemas, el equipo de Dirección de Sida y ETS de la cartera sanitaria realizó un estudio basado en cuestionarios cualitativos a una población de 18 a 55 años sexualmente activa en los que buscaron evaluar los saberes, significados y prácticas asociadas al VIH-Sida. Una de esas áreas fue el cuidado preventivo: en cuanto a los motivos o miedos que llevan a hacerlo, la preocupación central fue el embarazo, seguida de las enfermedades de transmisión sexual, VIH-Sida incluido. Y entre las maneras, se destacaron los anticonceptivos y el preservativo, pero también la conversación y la confianza en el otro.
En el caso de los más jóvenes, el estudio concluyó que el preservativo se percibe como algo ocasional, para relaciones que no son serias ni estables. Según ellos, aunque la información sobre su importancia exista y la tengan presentes, su uso implica arruinar el momento de la relación sexual. Y sobre todo en mujeres, pero también entre hombres, surgió la “vergüenza” a la hora de comprarlos o buscarlos en hospitales, por sentir que eso hace que los miren de manera diferente.
“Estos hechos, sumados a una sexualidad muy activa y de inicio más temprano, el uso de alcohol y drogas que inhiben el control, la idea de que ‘a mí no me va a pasar’ y el hecho de que se trata de una generación que no vivió la etapa oscura del VIH-Sida en los inicios de la epidemia, donde la gente moría y las drogas disponibles eran escasas, son todos factores que influyen a la hora de considerar la real dimensión del problema y su prevención”, analizó la doctora Isabel Cassetti, directora Médica de Helios Salud – Dr. Stamboulian, centro médico especializado en VIH-Sida y Hepatitis.
La información a través de material impreso, talleres con pares, involucrando a los actores en las actividades de prevención, es una de las estrategias posibles, agregó la experta. Y concluyó: “Hablar del tema en forma continua en distintos ámbitos, como la familia, el grupo de amigos o la escuela es, por lo menos, una forma de poner el tema como una prioridad en la agenda a seguir en el área de prevención del VIH-Sida”.