Es muy común que muchos de nosotros tengamos nuestro “meñique” del pie encogido, doblado o escondido hacia dentro. Que el quinto dedo del pie sea tan propenso a generar dolor en forma de durezas o callos es entendible si nos paramos a analizar las causas que lo provocan:
Uso de un zapato estrecho
Un zapato con la puntera estrecha deja poco sitio para albergar la anchura total de nuestro antepié, y los dedos que más sufren esta “estrechez” van a ser los dedos de los extremos, es decir, el dedo gordo y el dedo pequeño o quinto dedo. Siendo el dedo gordo más robusto, puede aguantar algo más la compresión, pero el pequeño es más vulnerable a estas apreturas, y por eso se puede desviar en pie varo o en rotación.
Golpes
Por estar en primera línea de fuego, el quinto dedo es uno de los primeros bordes salientes de nuestro pie que se puede topar con patas de las sillas, mesas y puertas, que terminarán por deformarlo de manera crónica
Pie plano
La insuficiencia del músculo cuadrado plantar de nuestro pie, provocada por el cambio direccional que el pie plano le supone, hace que dicho músculo cambie su brazo de tracción sobre los flexores, y que por tanto, el quinto dedo adopte una forma oblicua en su tiraje funcional.
Atrofia congénita de las falanges
Una herencia de nuestros padres o abuelos puede hacer que las falanges de nuestro dedo pequeño estén fusionadas o semi-unidas, haciendo que el dedo sea más atrófico y desviado de lo normal.