La piel situada bajo la barbilla y en el cuello posee poco colágeno y elastina, dos proteínas imprescindibles para que se mantenga tersa. Si a esto se añade que es pobre en glándulas sebáceas y que se deshidrata antes, resulta fácil entender por qué envejece más deprisa que otras zonas.
Simultáneamente, los músculos del cuello, poco ejercitados, se debilitan a medida de cumplimos años. Todo conspira para que la grasa subcutánea acumulada debajo del mentón, sin sujeción por la flacidez cutánea y la blandura muscular, forme una segunda barbilla o papada, uno de los problemas estéticos más frecuentes y temidos.
Otro factor de riesgo es la pobre consistencia de la mandíbula o maxilar inferior. Según un estudio dado a conocer hace poco en la revista Plastic and Reconstructive Surgery, cumplir años suele ir acompañado de cambios en ese hueso, que tiende a perder masa y ofrece menos soporte a los tejidos de la parte inferior de la cara y el cuello.