¿Por qué no podemos evitar los huracanes?

En los últimos días el huracán Matthew está ocupando todas las portadas de la prensa de medio mundo debido a su enorme potencia, con ráfagas de hasta 185 km/h en Melbourne y Palm Bay.

Los muertos que está dejando a su paso se cuentan por centenas, y harán falta millones para reparar los destrozos materiales que está dejando por donde pasa.

Eventos como este vuelven a dejarnos en evidencia. ¿Cómo es posible que seamos capaces de viajar en el espacio, o de que nuestra tecnología actual hace sólo 20 años fuera casi de ciencia ficción, pero todavía no podamos prevenir o detener este tipo de fenómenos naturales antes de que arrasen nuestras ciudades?

Como os podéis imaginar, la cuestión no es que falten ideas, ya que en los últimos años muchos científicos han estado proponiendo diferentes planes para intentar actuar contra los huracanes. Lamentablemente la mayoría de ellos parecen ineficaces, y el único que podría en teoría acabar con ellos supondría un enorme sacrificio para nuestro planeta.

Algunos de los métodos que no lo consiguieron

Aviones Huracan

Uno de los métodos más fascinantes es el de hacer que aviones supersónicos sobrevuelven el huracán rodeándolo y haciendo círculos concéntricos alrededor de su ojo. Este método fue patentado por el profesor Arkadii Leonov de la Universidad de Akron, Ohio, en diciembre del 2008. Su teoría dice que de esta manera, los aviones generarían un boom sónico capaz de interrumpir el flujo ascendente de aire caliente que genera el huracán.

Pero la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) estadounidense deshechó la idea, ya que consideraban que volar en Mach 1.5 en el ojo de un huracán, con sus turbulencias, sólo sería una manera de destruir aviones y acabar con las vidas de sus pilotos. Además, de ser cierta la teoría se crearía una onda de sonido muy intensa, pero que pasaría a través de los movimientos meteorológicos sin afectarles demasiado.

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En 2009 Nathan Myhrvold, cofundador de la empresa Intellectual Ventures y Jefe de Tecnología de Microsoft en la era de Bill Gates, presentó su curioso método. En esencia, lo que pretendía era poner una “cámara de aire” de plástico en los océanos. La cámara tendría un cilindro que utilizaría el movimiento ondulatorio para desviar el agua caliente responsable de crear los huracanes hacia el fondo del mar.

Los cálculos preliminares realizados en los años siguientes por la empresa demostraron que en efecto sí que se podría reducir la temperatura del agua, pero que harían falta más investigaciones y seguramente habría conflictos legales para llevarlo a cabo (no olvidemos que es poner tubos de plástico gigantes en el océano). Además algunos meteorólogos recordaron desde el principio que el agua caliente era sólo una parte de la ecuación a la hora de que los huracanes se generen.

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En los 60, el gobierno estadounidense llevó a cabo el proyecto Stormfury, que consistía en realizar una siembra artificial vertiendo yoduro de plata sobre los huracanes con la esperanza de fortalecer las nubes alrededor y atraparlo en ellas. Al principio los resultados fueron esperanzadores, pero en los 80 se canceló el proyecto al probar que no había suficiente agua fría en el interior de los huracanes como para que surtiera efecto.

El ser humano siempre ha tenido una tendencia un tanto suicida, por lo que no es de extrañar que en algún momento alguien se cansase de sutilezas y se acabase proponiendo lanzar bombas de hidrógeno contra los huracanes para acabar con ellos o por lo menos modificarlos lo suficiente como para cambiar su trayectoria o disminuir su potencia.

La NOAA apuntó varios de los problemas de este método. Por una parte, haría falta una enorme cantidad de energía, ya que un huracán es capaz de generar una energía equivalente a la de la explosión de una bomba nuclear de 10 megatones cada 20 minutos. Aún no podemos generar tanta energía, por lo que lo único que haríamos tirándole bombas es correr el riesgo de aumentar su suministro de calor, lo que lo haría aún más fuerte.

Una de las últimas y más esperanzadoras propuestas también es peligrosa

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La mayoría de los métodos de los que os hemos hablado son de la década pasada o incluso anteriores. Actualmente se manejan sobre todo dos planes. El plan A es evidente, y es el de acabar con las emisiones de gases de efecto invernadero para controlar el cambio climático. Desafortunadamente, hay quienes argumentan que ya hemos superado el punto de no retorno, lo que nos llevaría al plan B.

Según una investigación publicada el año pasado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, si bombeásemos la atmósfera superior del planeta de gases de sulfato, podríamos enfriar nuestros océanos lo suficiente como para reducir a la mitad el número de grandes huracanes durante los próximos 50 años.

El método requeriría un total de 10.000 millones de toneladas de sulfatos para funcionar, un número similar al que provocarían varias decenas o centenas de erupciones volcánicas. Los sulfatos son conocidos por bloquear algunas longitudes de onda de la luz, por lo que en esencia, haciendo esto crearíamos algo similar a una especie de gafas de sol gigantes para nuestro planeta.

Independientemente de que pudiera funcionar o no, aparentemente podría valer la pena intentarlo. Enviar 10.000 toneladas de esta sustancia a la atmósfera tendría un coste de 10.000 millones de dólares al año, que aunque parezca mucho es menos de lo que costaría reducir los gases invernadero, según los investigadores.

Pero hay un pequeño gran problema que casi deshecha el método: enviar toda esa cantidad de sulfato a la atmósfera podría crear nuevos agujeros en la capa de ozono, y eso nos expondría a mayores radiaciones solares. Pero aún no se ha dicho la última palabra, ya que los investigadores están trabajando en una solución basada en esa teoría, que pasaría por crear una mezcla de gases que actuase como los sulfatos. Veremos si la investigación acaba en buen puerto y por fin damos con una manera de combatir estos fenómenos.