“¡Buuuuuhhh!”, sonó fuerte en el Arthur Ashe. Extraño en el tenis un abucheo. Gaël Monfils acababa de cometer una doble falta, quedaba 15-40 en el inicio del tercer set y había perdido los dos primeros. El francés, puro desparpajo en una cancha, levantó los brazos como pidiendo al público más reacción, pasó la pelota entre sus piernas un par de veces -como un basquetbolista pero impulsándola con la raqueta- y sacó. Perdió, nomás, el game, pero ganaría cinco seguidos para adjudicarse luego ese tercer parcial ante un Novak Djokovic abrumado, desconcertado, irreconocible en ese lapso.
La gente, o gran parte de ella, ya le había sacado la ficha a Monfils. Creía que estaba actuando. El irreconocible había sido él en un inicio insólito. Primero, por la paliza que le había dado su rival: 5-0. Después, por las rarezas de su juego, más propias de una exhibición que de una semifinal del Abierto de Estados Unidos. El número 12 del ranking cometía una infinidad de errores no forzados (serían 52 en cuatro sets), y algunos eran burdos. Tiritos que no llegaban a la red, pelotas groseramente afuera, alguno que otro marcazo… Parecía un jugador fuera de sí en motivación y concentración. Le faltaba sólo gritar “¡qué mal que la estoy pasando!”; en francés, obvio.
Hasta de a ratos se paraba metido en la cancha, y no detrás de la línea de fondo, para recibir el saque del serbio y devolverlo con disparos suaves al centro, muy fáciles, como invitándolo a atacar, a lo cual respondía con passings fuertes y eficientes. Hasta que en cierto momento, Monfils cumplió el objetivo: desconcertar a Djokovic, sacarlo de foco. Así, y con varias dosis de su tenis exquisito que combina potencia con variedad y estética -de no ser por los errores no forzados sería un top-five-, el parisiense de 30 años se hizo del tercer set, que festejó con un salto y un puño. Otra actitud llamativa, si en cada descanso entre punto y punto Monfils parecía exánime, usando la raqueta como bastón para doblarse en dos y así tomar aire. Eso sí: con la pelota en juego, corría y pegaba como si estuviera entero.
En tanto, mientras su adversario brincaba de alegría, Djokovic rompía su camiseta, enojado, antes de ir a sentarse. Pero, por supuesto, el sacudón psicológico tenía vencimiento. Cuando el serbio volvió en sí, aun muy cansado por el calor y la alta humedad, liquidó la semifinal: 6-3, 6-2, 3-6 y 6-2. “Este muchacho es muy divertido para ver”, elogió el vencedor al vencido en la entrevista pública ante los espectadores.
Si bien Monfils es extravagante en su estilo, con piruetas que deleitan a los aficionados, no todo es espontáneo en él. El ir a menos para sorprender y ganar más tarde fue un libreto por si no funcionaba la ortodoxia. “Sabía perfectamente antes del partido que podía hacer esto. Sé que no está bien, pero le hice una seña a mi entrenador [Mikael Tillström], como diciendo ‘OK. Voy al plan B’. Ya lo había hecho contra Novak”, reveló. A él, en cambio, nunca le dieron de su medicina. “No, por todos los cuestionamientos que van a recibir. Y sé que no es natural. Porque la primera crítica es que uno no está compitiendo. Maldición, sí estoy compitiendo. Incluso a mi máximo. El tipo era demasiado bueno para mí, y tuve que cambiar. Y el cambio implica agallas. Creo que soy valiente al intentarlo, frente al número 1 del mundo. ¿5-0? OK. Te muestro que juego de una forma no académica. Al fin y al cabo, no juego para la gente. Juego para mí. Trato de ganar”, enfatizó.
John McEnroe, ex multicampeón, trabaja como comentarista televisivo en el Abierto de Estados Unidos. El irascible y extrovertido Big Mac no tuvo empacho en calificarlo como “antiprofesional” y, entre enfadado y decepcionado, sostuvo que nunca había visto a alguien dejar de esforzarse. El francés no contragolpeó. Se mostró dolido. “Me gusta John. Creo que es una gran persona. Siempre me interesa lo que dice. Así que estoy muy triste de que semejante leyenda haya dicho tal desgracia. Yo trabajo, aprendo. Me equivoco, seguro, pero trato de levantarme. Siempre tengo una sonrisa. Es fácil castigarme porque nunca gané nada”, respondió.
¿Y Djokovic? “Gaël es muy impredecible. A veces uno no entiende su juego, pero así es él. Creo que de a ratos se comportó quizás un poquito… para algunos parámetros, inaceptablemente, pero fue parte de su táctica. Pareció tener un poco de falta de esfuerzo, pero después empezó a jugar grandiosamente, al ataque. Hubo momentos en que me sacó, otros en que me entretuvo con lo que hizo, y otros en que me enojé conmigo por permitirle perturbar mi juego y mi ritmo. Pero al final logré manejar mis nervios”, opinó el mejor del planeta. Al fin y al cabo presidente del Consejo de Jugadores, rescató a su colega: “Somos todos diferentes. Conozco a Gaël desde hace mucho, entonces no tomo a mal lo que viene de él. Es un buen tipo, que sólo probó algunas cosas tácticas. A veces puede molestar; otras, generar una sonrisa. Depende de cada uno. Pero es un activo muy importante para nuestro deporte. Trae alegría”.
Como sea, Monfils está 0-13 en el historial con el serbio. Por ahora, las estrategias no son suficientes. Sí para generar controversia, claro.