Rastas, musculosa y bermudas, el atlético joven estadounidense no tuvo reparos en treparse hasta la punta del techo de tejas de doble agua de la casa, presuntamente la suya, que está justo enfrente del Spartans, el campus de la Universidad de San José.
Si era agente de la CIA, si lo mandó Juan Antonio Pizzi o si sólo era un atrevido adolescente sin demasiado que hacer a esa hora de la calurosa tarde no pudo comprobarse. Sí que tuvo el registro fílmico enterito del primer ensayo táctico en el que el Tata paró un 11 por primera vez desde que llegó a California: Romero; Mercado, Otamendi, Funes Mori, Rojo; Augusto Fernández, Mascherano, Banega; Gaitán, Higuaín y Di María fueron los que enfrentaron a ocasionales sparrings durante menos de un cuarto de hora de movimientos en una mitad de cancha.
Ejercicios a puertas cerradas que intentaron ser seguidos al detalles por unos pocos curiosos. Muchos otros habitantes del barrio de casas bajas y prolijas aledaño al lugar de entrenamiento ni se inmutaron por la presencia de la Selección Nacional a tan pocos metros. ¿Higuaín? ¿Di María? ¿Mascherano? Nada atrajo al grupito de adolescentes que, cervezas en mano, siguió en su mundo cuando una pelota cayó cerca de donde estaban sentados. A tal punto que, en lugar de devolverla, se quedaron con ella para imitar algunos tiros de basquet, obvio.
De devolverla, ni hablar. De enterarse que Roncaglia, Maidana, Cuesta, Kranevitter, Agüero y Lamela fueron ingresando por Mercado, Otamendi, el Melli, Masche, Higuaín y Di María, no les hizo falta.
A ellos. Porque al obsesionado prototipo del joven americano no se le escapó ni un solo detalle del trabajo que comandó un enérgico Martino, arengando a puro grito para que no decayera la intensidad. En silencio, parado a unos cinco metros de altura, el espía del Tata filmó hasta el último segundo. ¿Para Pizzi que lo mira (después) por TV?