La imagen de un hombre jugando con su perro es la que se imaginan los médicos y asistentes del Nuevo Hospital de Rio Cuarto cuando deben hablar de la muerte de Pirata.
El perro que esperó más de tres meses a su dueño en un hospital de Córdoba, murió atropellado por un auto esta semana luego de escaparse de la casa en la que vivía para volver a buscarlo. Y el desconsuelo que provoca en todos los que lo conocían se aliviana al pensar que ahora, quizás en otra vida, se reencuentre con su tan querido dueño.
Se llamaba Martín pero los médicos los apodaron Pirata por la mancha en sus ojos.
El perro, que había sido bautizado como Pirata en el Nuevo Hospital de Río Cuarto por las manchas en sus ojos, se llamaba en realidad Martín y estuvo más de 90 días esperando a su dueño, un hombre que había ingresado en octubre de 2015 y falleció luego de ser operado.
Del dueño de Pirata trascendió poca información. Tenía unos 60 años y una insuficiencia cardíaca que lo obligó a permanecer unos días en la habitación 404 luego de la cirugía de la que no se recuperó. “Fue su permanencia en ese piso y en especial en la puerta de la habitación 404 la que dio los indicios. Era el perro de la persona fallecida en esa cama y por la que nadie había preguntado”, comentaron los enfermeros.
Pirata se ubicaba cerca de la habitación donde estuvo internado su dueño.
“Nos avisaron desde el hospital que había un perro que circulaba en los pasillos del piso 4, especialmente en la habitación 404. Según dijeron los médicos y la gente que lo veía, el perro entró junto con la ambulancia y no se enteró de que el dueño falleció, por lo que se quedó esperando en la puerta de la habitación unos tres meses”, contó Martín Urricelqui, el periodista de Telediario Digital que descubrió la historia que alcanzó repercusión internacional.
El perro era muy querido por todos los enfermeros y médicos.
Pese a los reiterados intentos de convencer a Pirata para que no entre al hospital, no lo lograron. El perro volvía a buscar a su dueño y esperaba allí durante horas alguna señal que le indicara que seguía allí.
A principio de este año, Pirata sufrió un problema en la vista por lo que su estadía en el hospital se volvía conflictiva para los directivos y convocaron a una asociación protectora: “Fue por eso que una asociación protectora se lo llevó para que lo tratara un veterinario y debieron encerrarlo para evitar que se escapar””, contó Urricelqui, que precisó que fue adoptado por una familia de Río Cuarto. Pero que tampoco pudo retenerlo, y desde donde lo llevaban lograba volver al hospital por su dueño.
Los pacientes lo acariciaban y conocían su historia.
Esa no fue la única vez que habían querido adoptarlo. Ya había probado suerte un joven quien se acercó a buscarlo luego de que un amigo le contara su historia y que había ido a visitarlo en varias ocasiones para tratar de construir un vínculo con el animal. Pero el día en que quiso llevarlo a su casa, el perro se bajó de la camioneta y regresó al hospital.
Su nueva familia adoptiva contó que el perro se había escapado el sábado 20 de agosto y que aunque lo buscaron intensamente no pudieron encontrarlo.
Una vez que revisaron todos los alrededores de la casa decidieron ir al hospital, pero lo encontraron en el Puente Colgante, a unos 500 metros de su destino: había sido atropellado y abandonado por el conductor, que no se ocupó de ayudarlo.
Pirata había recorrido unas 40 cuadras luego de escaparse para volver a buscar a su dueño, en una muestra de fidelidad conmovedora. Ahora no solo la cama de la habitación 404 en el piso 4 está vacía, sino también el espacio que ocupaba Pirata en los pasillos o en la puerta del hospital, donde buscaba incansablemente reunirse con su dueño y ahora seguro lo logró.