Alejandro Reynoso (Alejandro Awada) llega a Mar del Plata con el único objetivo de entregar una importante suma de dinero a los nietos de su jefe (Pablo Rago, Lali González), un veterano empresario (Oscar Alegre, fallecido hace unos días) que ha hecho fortuna con la venta de carne porcina. Ni siquiera sueña con la serie de peripecias que deberá enfrentar a partir del encuentro con esos dos indolentes beneficiarios del exitoso emprendimiento familiar. Para colmo, se aloja en el famoso Hotel Provincial, a un paso de ese casino que representa para él una tentación irresistible. Muy pronto se desplegará una trama que incluye negocios turbios, traiciones, violencia y el regreso de algunos fantasmas de un pasado que parecía definitivamente sepultado. Inspirado libremente en El jugador, el clásico del ruso Fiódor Dostoievski, el primer largometraje de Dan Gueller, realizador de 36 años egresado de la Universidad del Cine, también incluye en su elenco a Esteban Bigliardi y Guadalupe Docampo. Awada y Rago, que también coinciden en Nafta Súper, el spin-off de ocho capítulos de Kryptonita, el elogiado film de Nicanor Loreti, que esta semana empieza a emitir la señal Space, destacan un mismo rasgo de El jugador: “Me parece muy importante que la película no juzgue a los personajes -dice el ex conductor de TV Registrada-. Son dos tipos metidos en una circunstancia especial, ni buenos ni malos”. Esa virtud también es crucial para Awada: “Son protagonistas de un juego que está al servicio de los intereses de cada uno. Eso, como dice Pablo, no está necesariamente bien o mal. Y ya estaba planteado con mucha inteligencia en el guión. Después cada uno le aportó a su personaje una impronta propia, bajo la atenta mirada de un director que sabía perfectamente lo que quería contar”.
-¿Cómo definiría cada uno a su personaje?
Awada: -Alejandro es un hombre que se quedó sin pasión, que trabaja para un señor mayor, el abuelo de estos dos jóvenes, mecánicamente, sin ningún entusiasmo. Pero cuando ve la posibilidad de sacar rédito de algo que se le presenta inesperadamente, quiere aprovechar, recupera las ganas, el deseo. Su recorrido es circular, de todos modos: termina como empieza.
Rago: -Mi personaje, Sergio, es lisa y llanamente un pelotudo. Obviamente no lo juzgué cuando lo estaba interpretando, pero no puedo decir otra cosa de alguien que sabe que va a meter la gamba y avanza igual. Es un pibe que puede tener todo pero siempre busca algo más. Tanto él como su hermana están en la misma. Y yo creo que ese vacío lo produce la ausencia de los padres. Se meten en una aventura alocada con drogas, juego y un posible viaje a Nueva York, pero en realidad el asunto es otro, lo que les falta es otra cosa. Y están muy consentidos por ese abuelo rico que parece muy marcial pero en el fondo es muy permisivo.
-El de los casinos es un universo muy especial, lleno de historias, ideal para una ficción potente…
Rago: -Exactamente. Me gusta mucho la ruleta. Ahora no ejerzo, pero iba seguido (risas). Tenía un montón de cábalas: que si te movés, que si te sacan una foto, que si te dan la mano… Al final, durante el rodaje terminamos yendo una noche al casino con Alejandro y nos fue bastante bien. Es todo un mundo, claro. Empecé a jugar porque tenía una novia en Mar del Plata. Jugaba en el Hermitage, al lado de Sofovich, que gastaba fortunas; de Jacobo Winograd, que puteaba a los croupiers; y de Jorge Corona, que terminaba pidiendo plata prestada a las seis de la mañana para jugar la última bola. Al casino uno va a perder. Siempre pienso en eso cuando voy a jugar.
Awada: -Efectivamente, es un universo muy particular y muy variado. Ahí ves todo tipo de gente. La actitud del jugador es muy llamativa. Capaz que un tipo está jugando en dos o tres mesas al mismo tiempo. Parece que la junta, pero seguro que es más la que pierde que la que gana. Es pura pulsión. En el fondo está la esperanza de que te vas a llevar un montón de plata. Y toda la adrenalina que eso implica. Tuvimos contacto con croupiers, pagadores, gente que trabaja hace años en el casino, y todos nos dijeron lo mismo: no hay uno que se la lleve, todos terminan poniendo.
-En los últimos años se produce mucho cine nacional. Pero falta un circuito de exhibición mejor desarrollado para que las películas no pasen fugazmente por la cartelera. ¿Alguna idea para resolver ese problema?
Awada: -Creo que sería interesante que la gente de cada uno de los rubros que atañen a la realización de una película trabaje en conjunto para que la exhibición de nuestro cine tenga más espacio. El cine argentino debe ser más defendido, si no es imposible competir contra una industria como la de Hollywood. Y hay un dato relevante: el Gaumont funciona muy bien. Con buenos precios, la gente responde. Deberían existir diez salas más como ésa, con las entradas a ese precio.
Rago: -Hace poco escuché a José Martínez Suárez, alguien con mucha experiencia, hablando del tema. Decía que la entrada es carísima, que debería costar 35 pesos, no 165. Hay una industria muy poderosa que impone esos precios y lo que debemos ver. Me acuerdo que a fines de los años 90 estábamos haciendo una entrevista con Víctor Laplace para promocionar su debut en la dirección (El mar de Lucas) en un complejo de cines de la Capital y terminamos encerrados con una cintita en un espacio muy reducido, una especie de corralito, porque había toda una movida con un estreno de una película con Mel Gibson. Creo que esa situación ejemplifica muy bien un estado de cosas. Es cierto que, una vez terminado el rodaje, los actores solemos perder contacto con la película, que por lo general se estrena un año más tarde. Pero sería bueno que nos pronunciemos más seguido y con más claridad sobre este tema.
Planes a futuro
Pablo Rago estará en Villa Carlos Paz protagonizando una comedia teatral con Rodolfo Ranni, Betiana Blum y Laura Bruno. Alejandro Awada espera ahora el inminente estreno de Amateur, film de Sebastián Perillo.