Encode brinda el servicio de certificación digital de firma, uno de los pasos imprescindibles que deben dar las empresas para despapelizarse y modernizarse.
Las oficinas que la compañía tecnológica ocupaba a solo dos cuadras del paseo Marqués de Sobremonte y del Palacio municipal de la ciudad de Córdoba resultaron insuficientes para alojar a un plantel de jóvenes colaboradores en franco crecimiento.
Cuando los arquitectos Diego Avendaño, Gustavo Boffi y Facundo Ferreyra entraron en escena, el nuevo destino estaba elegido: un edificio de dos plantas y subsuelo, ubicado en una zona próxima al área céntrica de la capital mediterránea, con perspectivas de desarrollo.
Esa estructura de hormigón armado y entrepiso de losa nervurada se había instalado en la memoria del barrio. Allí funcionó Cocina de Culturas, un centro cultural por el que pasaron numerosas bandas.
“La elección del lote nos pareció una idea espectacular. Es un edificio con mucho potencial y nos planteaba el desafío de intervenir sobre una huella cultural reconocida por mucha gente del barrio”, afirma Avendaño. Y recuerda que Willy Crook fue uno de los músicos que solía presentarse en ese escenario.
El cliente necesitaba ocupar el nuevo edificio lo antes posible y, como requerimiento indispensable, pidió a los proyectistas que una buena parte de la superficie se usara como espacios recreativos para sus empleados, que promedian los 25 años de edad y, mayoritariamente, son programadores.
En ese sentido, los dueños de Encode tenían como referencia las oficinas de Mercado Libre y otros ejemplos locales.
Un gran espacio donde todo sucede
Frente al encargo de proponer un espacio de oficinas que incluyera las nuevas tendencias que plantean equidad laboral, conexión, integración y recreación, los tres socios se propusieron el desafío de lograr que la arquitectura también represente esas intenciones.
“Se imaginaban una cuestión algo más decorativa y nuestro acierto fue sorprenderlos con ese gran espacio de tres alturas en donde todo sucede”, sintetiza Avendaño.
La intervención buscó ser amable con el entorno y respetar la imagen que presentaba el edificio. En la fachada solo se hicieron pequeñas intervenciones en sintonía con el lenguaje existente. Se cambió el punto de acceso y el ingreso original ahora es la salida de emergencia.
Fue en el interior donde se produjo un cambio contundente. “Buscamos un concepto claro que pondera la conexión de tres niveles -a través de un vacío- en donde se destaca una circulación clara e inclusiva que acompaña a la múltiple altura a modo de recorrido.
El esquema estructural modular, dispuesto en una grilla, facilitó la demolición para lograr estas acciones de ordenamiento espacial y circulatorio”, describen los autores.
La etapa de proyecto fue de cinco semanas, “un tiempo récord” para un grupo que no conforma formalmente un estudio. Desde hace varios años, los tres arquitectos se unen para llevar adelante encargos específicos que suele conseguir Boffi, quien asume el perfil más “comercial”, mientras que Avendaño y Ferreyra se abocan a su rol de proyectistas. Y suelen entrenarse participando en concursos.
“Nos interesa la temática de espacios de trabajo. Fue un proceso, un buen ejercicio, el haber hecho varios concursos relacionados. Es un aprendizaje que queda ahí, está presente”, acota Avendaño, coautor del proyecto ganador del Primer Premio para la nueva sede del Colegio de Arquitectos de la ciudad de Río Cuarto, entre otros.
La decisión más audaz que plantearon al presentar la propuesta a los responsables de Encode fue la de demoler la losa de la planta baja para conectar el subsuelo al resto de las plantas, darle calidad espacial y mejorar sus condiciones de iluminación. La rampa resultó lo más efectivo para ordenar el sistema circulatorio.