Prejuicios machistas hay muchos, y de toda clase. Sin embargo, uno de los más repetidos e instalados, es aquel que relaciona a las mujeres con las compras como único interés, incluso convirtiéndolas en protagonistas exclusivas de esa conducta como una adicción.
Para desmitificar tal afirmación y ahondar en esta problemática, Entremujeres consultó a la licenciada Alicia López Blanco, psicóloga y autora de “Mujeres al Rescate” y “Estar Mejor”. “Salir de compras es un acto habitual y cotidiano para todas las personas, sin distinción de género. Todos necesitamos satisfacer nuestras necesidades básicas de alimentación y abrigo, y también otras como las apetencias de conocimiento, recreación y hobbies”, aseguró.
Pero, ¿cuándo esta actividad se vuelve un trastorno para la salud? Según López Blanco, “en algunos casos, esto puede salirse de control y tomar un giro excesivo, pasando del gusto por realizar una compra a la dificultad para dejar de hacerlo o encontrar el límite”. Así, el problema comienza a verse, por ejemplo, al “concurrir a un comercio con la idea de obtener un objeto en particular y terminar comprando lo no previsto, o ir al centro comercial sin ninguna idea específica y terminar adquiriendo lo que no necesitamos y nunca usaremos. Los protagonistas de estas acciones son denominados compradores compulsivos”.
Para explicarlo de manera académica, “la compulsión es un impulso de origen inconsciente e incontrolable que mueve a la realización de un acto. La compra compulsiva funciona como respuesta a un estado interno de malestar o tensión y a la sensación de que adquiriendo un determinado objeto o producto se encontrará el ansiado alivio, el cual puede tornarse cada vez más transitorio y generar a posteriori un desagradable sentimiento de culpa”.
Adictos a las compras y las ofertas en el shopping
La especialista explicó que “cuando este comportamiento se replica en el tiempo, conduce a una situación perjudicial para quien lo realiza o para su grupo familiar”. Y añadió que “muchas veces la voz de alarma proviene de las consecuencias económicas que se generan”.
Ahora bien, ¿qué factores intervienen en esta compulsión? López Blanco señaló que “intervienen factores psicológicos y culturales que van desde el estilo de sociedad en que vivimos -con su estímulo permanente al consumo mediante ofertas y publicidad, que apunta a generar la ilusión de felicidad y realización en el consumo- hasta la variable relacionada con estilos de personalidad más predispuestos a caer en este tipo de adicciones”.
Además, entre quienes padecen esta compulsión, “muchas investigaciones han demostrado que son más proclives quienes experimentan carencia afectiva, baja autoestima, una excesiva preocupación por la juventud y atractivo físico, sensación de soledad, aburrimiento y falta de metas o proyectos vitales”.
Con respecto a si este padecimiento afecta a más mujeres que a hombres, la psicóloga respondió que “varios estudios avalan que esta problemática afecta con mayor predominancia al género femenino y que se da, principalmente, en mujeres que atraviesan la adultez media (entre 35 y 50 años)”.
Pero también hay otras investigaciones que arribaron a conclusiones diferentes, “como una realizada en el año 2000 en la Universidad de Brighton, con una muestra de 331 personas, 95 de las cuales, eran compradores compulsivos y 236, población general. Concluyeron que los objetos comprados compulsivamente se relacionaban con el autoconcepto de los consumidores, porque para ellos eran símbolos materiales de su identidad personal y social. Las mujeres compran compulsivamente cosas que representan intereses emocionales y de apariencia, mientras que los hombres compran compulsivamente objetos que sirven más como herramientas, que pueden ser de tipo electrónicas o tecnológicas. Para los autores del estudio, hay un contraste en la construcción de la identidad de hombres y mujeres, ya que en los primeros, estaría dirigida hacia el yo y centrada en la actividad; y en las mujeres, hacia los demás y centrada en las relaciones”.
Por último, López Blanco destacó que “las fiestas de fin de año u otros acontecimientos especiales son períodos que dificultan la detección del problema porque el hecho de salir de compras se encuentra habilitado socialmente”.