“¿Carlos Bianchi puede ser una alternativa para dirigir a la selección argentina?”, preguntó uno de los periodistas de Deportivo Télam. Del otro lado de la línea, primero, sólo retumbó el silencio. Hasta que, segundos después, Armando Pérez, presidente del Comité de Regularización de AFA, recuperó el aliento y se limitó a responder: “Candidatos hay muchos, pero tranquilamente puede ser una alternativa”.
Lo cierto es que el Virrey, el entrenador más ganador del fútbol argentino, jamás estuvo entre los candidatos de los dirigentes que definen el futuro del fútbol argentino. No lo llamaron, no le dieron la oportunidad de poder explicar su proyecto, no era una alternativa. Sin embargo, según pudo averiguar LA NACION, a los 67 años, Bianchi sí quiere dirigir a la selección argentina. Cree que es su momento. Y no considera que la edad sea un impedimento, sino un valor agregado para este tipo de trabajo, que difiere mucho del desgaste que puede provocar el día a día en un club.
El ex entrenador de Vélez y Boca considera que muchos de los dirigentes creen que ya no tiene ganas de dirigir. Pero no es así. “No estoy retirado”, les repite a sus más allegados. Tampoco el dinero sería un impedimento. Está dispuesto a negociar un contrato que se ajuste a la realidad económica de la AFA. Esta vez, se trata de poder cumplir un anhelo que tuvo durante muchos años.
La última experiencia de Bianchi como entrenador parece haber debilitado sus chances. En el año y medio que estuvo en Boca entre 2013 y 2014, no pudo conseguir títulos y su equipo fue muy irregular, alternando más malas que buenas. No obstante, el entrenador no cree que ese sea el problema, sino que intuye que el Gobierno no lo tiene entre sus preferidos.
Tres veces “no”
Bianchi siempre tuvo una relación de desencuentros con la Argentina. Si bien desde hace mucho tiempo lo considera “una cuenta pendiente” y piensa que para cualquier entrenador “la satisfacción más grande es dirigir a la selección de su país”, jamás renunció a sus códigos por el sólo hecho de ponerse la ropa celeste y blanca. Su gran impedimento, en mayor o menor medida, se llamó Julio Grondona. Las tres veces que el ex presidente de la AFA le ofreció el cargo contestó que “no”.
En 1998, porque nunca le gustó participar de un proyecto en donde hubiera un manager: iba a ser el DT, pero por encima suyo estaría José Pekerman. Contestó negativamente y a los pocos días se convirtió en técnico de Boca. La segunda fue en septiembre de 2004 tras la renuncia de Marcelo Bielsa. También dijo “no” porque sintió que el dirigente lo llamó para quedar bien con los hinchas. De hecho, el primer mensaje que le había dejado Don Julio en su casa de Barrio Parque a Margarita Pila, esposa de Bianchi, fue: “Llamo para dejar mi conciencia tranquila”. Claro mensaje de que no estaba como prioridad, que sólo era un cumplido.
La última vez fue en 2008, después de la renuncia de Alfio Basile. “En estos momentos no tengo ganas de dirigir por un tiempo largo. Hoy tengo otras prioridades que tienen que ver con mi familia, mis hijos, mis nietos… A la selección hay que dedicarle las 24 horas del día y ahora no lo puedo hacer”, le dijo en ese momento Bianchi a Pedro Pompilio, por entonces vicepresidente de Boca y enviado de Grondona para convencerlo.