A menudo creemos que en la vida debemos esforzarnos para estar felices y contentos. Sin embargo lo cierto es que la vida está llena de matices. Llena de emociones que se contraponen, se contradicen entre sí. Del mismo modo que hay momentos en los que nos sentimos afortunados y dichosos, también la vida está repleta de situaciones y estímulos que desencadenan sentimientos, sensaciones, estados emocionales a los que llamamos negativos, pasando por alto que estas circunstancias también están bien. Y el nombre que llevan “negativo” es solo un nombre.
Los seres humanos identificados con nuestra mente bulliciosa juzgamos y etiquetamos todo. “Sentir alegría está bien, sentir tristeza está mal; sentir compasión está bien, sentir celos o envidia está mal”. Claramente necesitamos ciertos parámetros y organización para vivir en sociedad, no obstante es sano reconocer que NO HAY EMOCIONES QUE ESTÉN BIEN Y OTRAS QUE ESTÉN MAL. No es necesario estar siempre bien. No sólo no es necesario sino que tampoco es natural. Nuestro estado interior, nuestra vibración sube y baja. Respetar ciertos momentos sin entrar en conflicto con los que solemos rechazar, respetar los tiempos de cada emoción, ser capaces de darle su entidad: es lo que nos permite trascender las circunstancias más difíciles con cierta sabiduría.
No está mal sentir celos. Lo que no es sano es dejar que los celos, o la envidia o la ira nos secuestren. El desafío ante cada uno de los estados emocionales ya sean los “positivos, negativas o neutros” consiste en la desidentificación. Cuando aparece una emoción, lo que hace una mente “poco entrenada” es establecer identificación. “Nos identificamos con la emoción” somos su rehén y el secuestrador puede hacer lo que quiera. Entre otras cosas podemos entrar en un ataque de ira, o de pánico o de ansiedad. ¿Por qué? PORQUE CREO QUE SOY LA EMOCIÓN. En determinados momentos cuando estamos secuestrados, lo único que existe es eso.
Cuando poco a poco vamos entrenándonos en disminuir la velocidad de nuestras vidas y nos detenemos a observar y AUTO-OBSERVARNOS, recién ahí es que podemos reconocer que hay un Yo que transita experiencias, y cada una de las personas es ese Yo, NO ES LA EXPERIENCIA. En esta altísima velocidad, lo que hacemos las personas es saltear fases del proceso sin darnos cuenta: cuando aparece una emoción, en ese instante establecemos identidad. Aparece ansiedad y creemos ser ansiosos. Nos rotulamos como ansiosos.
La observación de alguna forma es conocimiento, al observar algo estamos informándonos, estamos conociéndolo, es así que la auto-observación es auto-conocimiento, es tener un mapa de nosotros mismos. Cuando nos permitimos ese espacio de observación podemos darnos cuenta de que hay emociones que entran y salen de nuestra experiencia, podemos sentir conscientemente lo que nos sucede. Aquí la palabra clave es CONSCIENTEMENTE.
No existen personas ansiosas, no existen personas miedosas, ni personas malhumoradas, lo que existe es personas que transitan con mayor o menor frecuencia ansiedad, miedos o malhumor. Personas que han perdido la conexión con lo que en verdad son, y creen ser apenas circunstancias.
La importancia de la palabra. ¿Cómo nos describimos a nosotros mismos?
La palabra no solo describe, sino que también crea la realidad. Si nos autodefinimos como ansiosos, todo nuestro campo estará actuando y buscando manifestación de esa construcción verbal. Una vez que reconocemos que no somos lo que nos pasa. No somos la ansiedad, ni la ira, ni la envidia, ni los celos. No somos el enojo ni la voracidad, se nos abre la posibilidad de experimentar otros estados, estados en los que no experimentamos las emociones con las que nos habíamos identificado, entonces desde ese lugar podemos llevar la atención más frecuentemente a estados que nos agradan y no tanto a los que nos desagradan. Es importante dejar de autodefinirnos con características que deseamos modificar.
No está mal sentir nada de lo que se asome a nuestro cuerpo-mente. NO ESTA MAL SENTIR LO QUE SEA QUE SINTAMOS. Paradójicamente cuando somos capaces de permitirnos sensaciones desde un estado de presencia y aceptación, es que podemos transitar y si podemos transitar ciertos estados, lo más probable es que estos se disuelvan.
Dice Vicente Simón, psiquiatra y catedrático de psicobiología español, “cuando practicamos mindfulness estamos desarrollando capacidades neurológicas que hacen que el intervalo entre el desencadenante de la emoción -el disparador- y la aparición de la respuesta emocional se vaya haciendo cada vez más largo. Es decir se fomenta la evaluación reflexiva, dándonos tiempo para recapacitar y pensar cuál es la respuesta más apropiada para la situación que estamos enfrentando. Cuanto más practicamos meditación, más fácil será evaluar los estímulos de manera reflexiva, en lugar de hacerlo de forma automática y condicionada”.
¡Eso sí! Necesitamos la intención y el coraje para atrevernos a SENTIR SIN REACCIONAR. Necesitamos estar dispuestos a saber que somos mucho más de lo que creemos ser.
*Anna Fedullo es terapeuta transpersonal e instructora de meditación y mindfulness.