Me ha parecido de una valentía escalofriante la confesión que hizo la ex modelo Carmen Yazalde semanas atrás, cuando en un programa de televisión afirmó que desde hace 14 años no tiene relaciones sexuales con nadie. Ha cumplido 65, por lo que deduzco que dejó de acostarse con personas a los 51.
Haciendo comparaciones generales, su caso vendría a ser equivalente al de la bailarina de tango María Nieves Rego, que a los 81 años sigue fumando poco menos de un atadito diario, vicio que, como ella misma dice, la convierte en la prueba viviente de que el tabaco no siempre mata. La vitalidad de Carmen vendría a refutar esas teorías acerca de que la abstinencia o el celibato es grave para la salud y la belleza femenina, pues está a la vista el cutis espléndido y el humor inteligente de esta divina mujer que habla en portuñol y sabe reírse de sí misma.
Mitos insalubres
Por eso me pregunto hasta qué punto es cierta toda esa literatura científica que divulgamos sin pausa desde hace algunos años. Hay que tener contacto sexual regularmente para no sufrir del corazón, de hipertensión, diabetes y obesidad, para mantener tersa la piel, pero es cierto que lo mismo se consigue eliminando las grasas malas de la dieta, haciendo gimnasia a diario y evitando la mala sangre. Sin embargo, la falta de actividad sexual sí podría ser preocupante cuando es involuntaria, cuando querés y no podés, según afirma Modesto Rey, ginecólogo y sexólogo del Hospital Universitario de Burgos, España.
Consultado por el tema en un extenso e interesante artículo sobre el “mito” hoy tan extendido, Rey confirma además que nadie deja de tener sexo o vida sexual mientras esté vivo, pues las fantasías eróticas “operan” en las hormonas sin pedirnos permiso. Sucede, simplemente. “Nadie puede dejar de comportarse como ser sexual. ¿Qué es la abstinencia, no tener prácticas con otras personas, no tener autoerotismo? ¿Alguien puede anular las fantasías sexuales y sus interacciones con el sistema emocional y físico?
Tal es la presión por hacerlo en esta sociedad hipersexualizada, que al final resulta un bumerán: léase, es perfectamente entendible la pérdida de ganas. Es como haberse intoxicado con chocolate y después no poder ni olerlo. El desinterés tampoco convierte a un individuo en asexual, una orientación hoy día reconocida como tal debido al alto número de adeptos al club, en todo el mundo (dicen que cerca del 4% de la población mundial).
Conclusión, a Carmen no le gustó nadie lo suficiente en estos últimos 14 años (he ahí el nudo del asunto) pero seguramente la ha pasado muy bien consigo misma, pues a cierta altura se sabe con certeza que, tanto el sexo como la opinión de los demás, no son la quintaesencia de la vida.
Entrada publicada en Sexo a Diario
Amanda Jot