En teoría están ahí para hacer reír, pero para muchos los payasos son sinónimo de inquietud, e incluso miedo intenso: las facciones humanas deformadas por el maquillaje y los colores chillantes, los zapatos fuera de proporción y sus muecas deformes, pero sobre todo, esa violencia enmascarada -que irrumpe en forma de cachetadas, porrazos, y llantos que se mezclan con la risa-, pueden provocar reacciones primitivas de temor. Ni hablar cuando el payaso es un asesino consumado, como ocurre en innumerables películas de terror, que usaron esta figura con recurrencia, hasta convertirla casi en un cliché.
La cultura popular aportó en este sentido personajes legendarios, a través de películas y libros, en los que la figura supuestamente cómica termina asociada al terror: la literatura y, sobre todo, el cine clase B, han alimentado una tradición narrativa que erigió el estereotipo del payaso siniestro, que tuvo su momento de esplendor en la década del 80, y se reaviva ahora con la remake de It (Eso), la nueva versión cinematográfica de la novela del estadounidense Stephen King, publicada en 1986 (la primera versión en cine se estrenó en 1990).
No hay dudas de que en el ranking de payasos que provocan pavor, Pennywise -interpretado por Bill Skarsgård en la nueva adaptación de It, dirigida por el argentino Andy Muschietti-, es el más famoso entre los que ha legado el séptimo arte.
En Poltergeist (1982) una familia americana de clase media se traslada a vivir a una nueva casa donde comienzan a suceder cosas extrañas, entre ellas, que un muñeco con forma de payaso parece cobrar vida. Otro ejemplo es el personaje central de Gacy (2003). La historia del payaso asesino se basa en hechos reales: John Wayne Gacy era un “ciudadano modelo” y padre de familia hasta que se descubrió que en su sótano escondía más de 30 cadáveres (Gacy fue ejecutado en 1994). El payaso del mal, Horny the Clown, Killjoy, Clownhouse: El Misterio De Los Payasos, Killer Klowns, 100 lágrimas, El payaso a medianoche y 31, por mencionar sólo algunos, son otros filmes de esta tradición.
“El payaso es una tipología de monstruo, recurrente en el género de terror”, explica el crítico de cine Diego Trerotola. “Se trata de una tradición característica de los años 80, en donde lo grotesco estaba muy ligado al disfraz, al carnaval”.
Según el especialista, “la película de monstruo (monster film), es un clásico del cine clase B, y el payaso asesino tiene tantas versiones porque es una de las formas posibles del asesino enmascarado: lo que genera miedo es el ocultamiento, que muchas veces proviene del uso de una máscara, y otras es maquillaje. El asesino se esconde detrás de una apariencia falsa.”
También el Guasón, archienemigo de Batman –un psicópata oscuro y calculador, interpretado en la pantalla grande por César Romero, Jared Leto, Heath Ledger y magistralmente por Jack Nicholson, en diferentes versiones-, es otro de los villanos asociados al payaso nervioso y enfermizo. “Él tiene la sonrisa de un lunático -grafica Tretorola-. Aquí se ve la relación entre el payaso y la locura, otra asociación frecuente.” En TV, Los Simpson impusieron a Krusty, chistoso pero irreverente que, aunque en un registro más humorístico, también está lejos de encarnar la inocencia. E incluso la Commedia dell’Arte aportó su payaso atormentado, con el famoso Jean-Gaspar Deburau Pierrot (Bohemia, 1796-París, 1846): aquel carismático artista que deleitaba al público francés con sus silencios y reveló su costado macabro, en 1836, cuando mató a un niño con su bastón porque éste lo había insultado por la calle.
¿Por qué nos asustan tanto los payasos? El psicoanalista Hugo Failla, especialista en niños y adolescentes, señala: “Es un personaje de nuestra infancia, que nos divierte porque encarna, en tono de humor, la hostilidad que todos llevamos dentro. Sigmund Freud describe en su trabajo Lo siniestro el proceso por el cual algo que nos es familiar pero está reprimido, proyectado nos aterra. Lo familiar deviene desconocido: siniestro. Y lo que vemos son aquellos sentimientos, como el odio y el terror, que dábamos por superados, pero que actúan proyectados al payaso desde lo inconsciente: nuestros miedos infantiles retornan desde el payaso, figura amable de la niñez, pero siniestro al ser actor de nuestro odio a las figuras parentales amadas. El payaso debe su carácter siniestro a la ambivalencia infantil”, define el especialista.
También la literatura hizo su aporte a esta tradición: uno de los libros emblemáticos fue la autobiografía de Joseph Grimaldi, considerado el primer payaso moderno -fue el arlequín inglés más famoso del siglo XIX y, para muchos, de todos los tiempos, a tal punto que su apodo (Joey) es todavía empleado en Inglaterra como sinónimo de payaso-. El mismísimo Charles Dickens se encargó de editar sus memorias por encargo, en 1837, y el escritor argentino Eduardo Berti tradujo el libro al español, publicado el año pasado por la editorial Páginas de Espuma.
“La vida de Grimaldi es un rosario de tragedias. El final es muy triste. Lleno de soledad y de enfermedades”, explica Berti a Clarín. “Aunque Dickens especula, al principio del libro, que quién era un verdadero tópico de tristeza fue el padre de Joey Grimaldi, otro payaso o primo buffo que, en cierto sentido, fue el gran maestro y mentor del hijo”, relata el escritor.
En el auge de su fama, Grimaldi conoció y trató con Lord Byron, y ambos se hicieron amigos, contó el escritor. “Lo curioso es que la descripción que Grimaldi hace de Lord Byron podría ‘usarse en su contra’ –explica Berti-, porque pinta muy bien al payaso que tiende a la tristeza: ‘A veces se veía muy melancólico, y en esos casos parecía el vivo retrato del dolor, porque su rostro era capaz de expresar el más hondo desasosiego; otras veces, en su defecto, si estaba muy animado, conversaba con intensa vivacidad; pero podía ser también un perfecto petimetre y enseñar sus manos y sus dientes blancos con un ridículo grado de afectación. En cualquiera de estos casos, triste o feliz, severo o simpático, su mordacidad nunca desaparecía”.
El Guasón de Batman también tuvo su novela gráfica, en 1988: entonces, Alan Moore y Brian Bolland se esforzaron por lograr que el Joker volviera a asustar, después de décadas de versiones ligeras.
Un temor catalogado por la ciencia
¿Qués la coulrofobia?
Esa doble significación de la imagen del payaso también se transformó en la definición de una fobia contemporánea. La psicología denomina “coulrofobia” al miedo irracional a esos seres maquillados para divertir a los chicos. El término viene de la unión de dos vocablos griegos. La aprehensión por los payasos mereció, incluso, investigaciones estadísticas. El año pasado, en Estados Unidos, la empresa Moorning Consult presentó una gran encuesta a 2.000 personas. ¿El resultado? En un rango que va de un leve sobresalto ocasional al trauma, el 91% de los consultados respondió sentirse al menos intimidado ante la presencia de estos personajes. Según el trabajo, hay más personas que temen a los clowns (42%) que aquellas que le temen a un ataque terrorista (41%).
Bromas que se volvieron histeria colectiva
En los años 80, tras la aparición de la novela de Stephen King y, nuevamente en 2016, cientos de jóvenes salieron a las calles disfrazados para atemorizar a otros ciudadanos y reavivaron el mito de los “clowns asesinos”, como parte de una broma que derivó en histeria colectiva. En YouTube se encuentran cientos de videos grabados en diferentes ciudades del mundo, de Río de Janeiro a Londres, de Ciudad de México a Sidney, de personas que se disfrazaron como “payasos macabros” y salieron a capturar -con el apoyo de un tercero que filmaba- reacciones de susto. En pocos casos hubo alguna agresión física.
El año pasado, los avistamientos en ciudades y suburbios de más de veinte estados norteamericanos alertaron a las autoridades policiales. También los medios informaron acerca de la llamada “American’s creepy clown craze” (la espeluznante locura del payaso americano): diarios de prestigio como The New York Times y The Washington Post le dedicaron artículos al fenómeno –al que calificaron de “plaga”- y dieron cuenta, incluso, de arrestos de los “bromistas”. El propio King, que ya en los 80 había exhortado a la población a frenar la ola de casos tuvo que salir a pedir calma, otra vez.
Con el reciente estreno de It en los cines, según la prensa estadounidense, las autoridades de aquel país volvieron a ponerse en guardia. Un ejemplo: el Departamento de Policía de Pensilvania ya emitió un boletín advirtiendo que se espera ver en las calles “payasos espeluznantes”.
Por Verónica Abdala